Bueno, hoy vuelvo a la vertiente pedagógica de la menosmolería. Y lo hago para incidir de nuevo en un tema que ya tocamos en su momento: nuestra amiga la electricidad. Recordarán ustedes (bueno, seguro que no lo recuerdan pero de alguna manera hay que empezar), que en aquella ocasión relaté una interesante a la par que ilustrativa aventura cuya moraleja iba dedicada única y exclusivamente al sector femenino de la sociedad, y que se podía resumir en la siguiente frase: “amiga, si quieres que te gotee la pepitilla, cómprate un consolador como el de tu prima, pero bajo ningún concepto te metas por el potorro un cable pelado y adherido a un enchufe”. Ustedes pensarán que vaya gilipollez, joder, que nadie es tan subnormal, pero como ya quedó demostrado en su día, nunca hay que subestimar la capacidad de hacer imbecilidades de una americana. O de un americano, claro, seamos paritarias.
El caso es que han contactado conmigo desde el recién estrenado ministerio de la igualdad para informarme de que soy un machista, insolidario, cabrón y mamporrero (lo de mamporrero yo tampoco lo entendí, pero así me lo dijeron), porque de mi post se desprende que sólo las mujeres tienen dificultades en el manejo correcto de la electricidad. Nada más lejos de mi intención, naturalmente, así que hoy voy a subsanar el error dando unos fáciles consejos a las personas humanas provistas de polla para la sabia utilización de los voltios y los amperios. Ya saben, cualquier cosa con tal de mantenernos políticamente correctos. No vaya a ser que saquemos los pies del tiesto y vengan luego los de la ONG “pezuñas y macetas sin fronteras” a cantarnos las cuarenta.
Bueno. Para ilustrar mejor la enseñanza final, queridos lectores, supondremos una divertida historia ficticia que seguro que nos ayuda a comprender cuándo la electricidad sí, y cuándo la electricidad no. Pues bien, imaginemos a ese homo erectus masculino que cansado de su anodina existencia decide comprarse una mascota. Una serpiente de cascabel, en concreto. Vamos, lo normal. Pero su pequeña amiga reptil no es muy activa y el tipo sigue aburrido como un hongo así que ni corto ni perezoso se pone a enseñarla algunos trucos, ya saben, levanta la patita, sienta, tráeme el periódico y esas típicas cosas que hacen las serpientes de cascabel. Como era de esperar en un momento dado el animalito se cansa de que el subnormal de su dueño no la deje tranquila y en el preciso instante en que la está diciendo “sit, sit”, va y le mete tremendo bocado en su labio inferior (recordemos que es un tío, así que no hay confusión posible, con lo del labio inferior, digo).
Pues bien, nuestro querido amigo ha sido mordido por una jodida serpiente de cascabel, así que naturalmente entra en un estado de pánico incontrolable y toma una decisión lamentable que seguramente ninguna otra persona humana habría tomado, esto es, avisar a su vecino, conectarse con unas pinzas a la batería del coche, y decirle a su socio que le dé gas al vehículo. Ya saben, rúnfalo, y tal.
Evidentemente al cabo de un rato el tipo acaba humeante y no controlando del todo bien sus esfínteres. El vecino, viendo el percal, decide por fin llamar a los servicios de urgencia a que vengan a recoger al gilipollas. Mientras se le llevan en la camilla, mordido, quemado, cornudo y apaleado, evidentemente le preguntan por qué ostias ha hecho tal cosa (lo de conectarse a la batería del coche, no lo de comprarse una serpiente de cascabel), a lo que nuestro espabilado amigo responde que es que había leído que un antídoto contra las mordeduras de serpiente de cascabel son las descargas eléctricas. Después de la evidente partida de culo general, alguien se atreve a preguntarle por la fuente de tan sabio consejo: “una revista porno”, fue la respuesta.
Aquí termina esta reveladora historia aunque, como ya supondrán ustedes, la realidad supera siempre a la ficción:
El caso es que han contactado conmigo desde el recién estrenado ministerio de la igualdad para informarme de que soy un machista, insolidario, cabrón y mamporrero (lo de mamporrero yo tampoco lo entendí, pero así me lo dijeron), porque de mi post se desprende que sólo las mujeres tienen dificultades en el manejo correcto de la electricidad. Nada más lejos de mi intención, naturalmente, así que hoy voy a subsanar el error dando unos fáciles consejos a las personas humanas provistas de polla para la sabia utilización de los voltios y los amperios. Ya saben, cualquier cosa con tal de mantenernos políticamente correctos. No vaya a ser que saquemos los pies del tiesto y vengan luego los de la ONG “pezuñas y macetas sin fronteras” a cantarnos las cuarenta.
Bueno. Para ilustrar mejor la enseñanza final, queridos lectores, supondremos una divertida historia ficticia que seguro que nos ayuda a comprender cuándo la electricidad sí, y cuándo la electricidad no. Pues bien, imaginemos a ese homo erectus masculino que cansado de su anodina existencia decide comprarse una mascota. Una serpiente de cascabel, en concreto. Vamos, lo normal. Pero su pequeña amiga reptil no es muy activa y el tipo sigue aburrido como un hongo así que ni corto ni perezoso se pone a enseñarla algunos trucos, ya saben, levanta la patita, sienta, tráeme el periódico y esas típicas cosas que hacen las serpientes de cascabel. Como era de esperar en un momento dado el animalito se cansa de que el subnormal de su dueño no la deje tranquila y en el preciso instante en que la está diciendo “sit, sit”, va y le mete tremendo bocado en su labio inferior (recordemos que es un tío, así que no hay confusión posible, con lo del labio inferior, digo).
Pues bien, nuestro querido amigo ha sido mordido por una jodida serpiente de cascabel, así que naturalmente entra en un estado de pánico incontrolable y toma una decisión lamentable que seguramente ninguna otra persona humana habría tomado, esto es, avisar a su vecino, conectarse con unas pinzas a la batería del coche, y decirle a su socio que le dé gas al vehículo. Ya saben, rúnfalo, y tal.
Evidentemente al cabo de un rato el tipo acaba humeante y no controlando del todo bien sus esfínteres. El vecino, viendo el percal, decide por fin llamar a los servicios de urgencia a que vengan a recoger al gilipollas. Mientras se le llevan en la camilla, mordido, quemado, cornudo y apaleado, evidentemente le preguntan por qué ostias ha hecho tal cosa (lo de conectarse a la batería del coche, no lo de comprarse una serpiente de cascabel), a lo que nuestro espabilado amigo responde que es que había leído que un antídoto contra las mordeduras de serpiente de cascabel son las descargas eléctricas. Después de la evidente partida de culo general, alguien se atreve a preguntarle por la fuente de tan sabio consejo: “una revista porno”, fue la respuesta.
Aquí termina esta reveladora historia aunque, como ya supondrán ustedes, la realidad supera siempre a la ficción:
Así que amigos, ya lo saben. No se compren una serpiente de cascabel. Si se la compran no jueguen con ella. Si juegan con ella, eviten que les muerda. Y ya por último, si les muerde, hagan el favor y no se conecten a una puta batería de coche. Este ha sido mi consejo de hoy.
De todas formas les comunico que he estado pensando un rato sobre la mencionada sucesión de calamitosas circunstancias y, la única explicación lógica que se me ha ocurrido para cometer un dislate de tal magnitud, al margen de que el tipo en cuestión era un imbécil y un deficiente mental, es que era impotente. Sí, impotente. Ustedes dirán que qué cojones tendrá que ver el engancharse las pinzas de un coche al gepeto con la disfunción eréctil, y en principio, así de buenas a primeras, nada de nada, pero analicemos la noticia detenidamente.
Primero: aparte de los dementes, los subnormales, y los gilipollas, ¿quién cojones se compra de mascota una puta serpiente de cascabel?. Evidentemente alguien que no puede follar, porque si puedes acometer tal empresa, la de follar me refiero, empleas tu tiempo en esos menesteres, no en comprarte animales absurdos.
Segundo: nadie al que se le empine el ciruelo con regularidad y presteza se arriesgaría a que se le quedara mustio y lánguido por culpa de un electrocutamiento. Ya saben lo que dice la sabiduría popular: “antes muerto por serpiente de cascabel, que una eternidad sin meter”.
Y tercero, último, y más importante de todo: ¿quién cojones, en el nombre de los testículos del minotauro, se LEE una jodida revista porno?. Error, coño, error. Si quieres leer te compras un puto libro, cojones, un libro, no una revista porno. Joder, las revistas porno no se LEEN, ostias, se MIRAN. A no ser claro, que lo del izado del mástil sea una tarea imposible, en cuyo caso sí, uno puede entretenerse analizando sintácticamente sus interesantísimos artículos sobre cómo montárselo con una muñeca hinchable.
Aunque bueno, siendo justos, el hecho de que nuestro querido héroe fuera americano y marine explique bastantes cosas. Se juntó el hambre con las ganas de comer, que decía mi abuela.