Qué quieren que les diga. Igual no tiene
sentido, pero a mí me quedó una sensación de no haber terminado el trabajo. O
al menos de no haberlo terminado como Dios manda. Vamos, lo que mis antepasados
celtas llaman un unfinished business.
Sí, ya sé que crucé la línea de meta. Pero
joder, anduve. No mucho, pero anduve. Esa es la jodida realidad. Anduve. Y la
jodida realidad llevaba tres años picándome el orgullo. Y el orgullo herido es
una cosa jodida de llevar, por mucho que te lo rasques. Llegué a la meta y aun
así la sensación de derrota no me la quitaba nadie. De que esa puta carrera
había podido conmigo.
Y por ahí no paso. No me jodas. Yo que
había corrido una maratón por debajo de 3h, arrastrándome para acabar en 4h40’.
Eso no podía ser. Por encima de mi cadáver. Ostia. Algo había que hacer al
respecto. Así que me apunté a otro Ironman. A ajustar cuentas con esa mierda de
carrera de mis cojones. En Niza, el 28 de junio. A dirimir ciertos asuntos
pendientes.
El 5 de enero empecé los entrenos. El 23
de enero, mientras entrenaba en bici, un tipo me lleva por delante en una
rotonda. Vuelo de varios metros. Aterrizaje forzoso. A este yo lo mato, como
hay dios que lo mato. Intentas levantarte para practicar sobre el imbécil esa
antiquísima arte de lucha cántabra conocida como nube de ostias. Pues va a ser
que no. Que lo de levantarnos lo dejamos para otro día. Mejor pasamos al plan
B: quedarse tumbado sin moverte un ápice e insultarlo en todos los idiomas que
conoces, que no son pocos. Stai tranquillo, me suelta el tortellini de mis
cojones, non insultarmi. No te insulto a ti, gilipollas, insulto a tu puta
madre. Ambulancia. Carabinieri. Sirena hasta urgencias. Collarín para un cuello
que no te has partido porque dios no ha querido y porque llevabas el bendito casco
que ha quedado en dos bonitos pedazos. Ostias hasta en el carnet de identidad.
Y la rótula izquierda rota. Fractura compuesta.
Tenemos que escayolarle, me informan. Van
a escayolar a rita la cantaora, respondo yo. Disculpe, creo que no ha entendido
bien, tiene la rodilla rota, ROTA. Nada de escayolas, esto no tiene tan mala
pinta, deme otra solución. Bueno, están estas rodilleras que le inmovilizan la
pierna. ¿Ve qué bien? Ahora empezamos a entendernos, póngame cuarto y mitad de
rodillera. Como vea… Muy bien, doctor, y ahora la parte importante: cuándo
puedo volver a entrenar. Me mira raro. Si todo va bien, igual en un par de
meses puedes empezar a trotar. Me cago en todos mis putos ancestros, ostia. OK,
acepto barco, dos meses sin correr, ¿y cuándo puedo nadar? ¿Pero usted es
imbécil? Tiene la rodilla rota, joder. Que sí, que eso ya lo sé, ahora dígame
cuando puedo empezar a nadar. ¿Cuánto nada? Poco. La andaluza interviene, no le
haga caso, nada mucho. Dígame un número. 12 kilómetros a la semana. ¿Pero esto
es una cámara oculta o qué? Puede nadar un poco, pero sin doblar la rodilla y
desde luego NO doce kilómetros semanales. Que sí, captado, pero puedo nadar ¿no?
En un par de semanas, no antes. Chachi, ¿y cuándo puedo empezar a montar en
bici? Haga lo que se le ponga en la punta del ciruelo, luego no me venga aquí a
llorar si acaba con la rodilla como un higo. Óptimo, era lo que necesitaba oír,
gracias, hasta la próxima.
Les ahorraré lo que es preparar un ironman
en 4 meses y partiendo de la rehabilitación de una rodilla rota. Se puede
hacer, pero no se lo recomiendo.
Y llega la carrera. 6:30 de la mañana, 2800
imbéciles al agua. 3.8km por delante. 1h01’40” después, salgo del agua. Trae
para acá la bici. 175km por delante con 2000 metros de desnivel positivo. 5h33’50”
después, dejo la bici. Trae para acá las zapas de correr. 42.2km por delante. Ahora
vamos a hablar tú y yo cara a cara, puta. Cuatro vueltas, cuatro jodidas y
eternas vueltas. 33 grados. Muchos grados. Por la media paso en 1h43’00”. En el
kilómetro 25 mi cuerpo dice basta. Hasta aquí hemos llegado, amigo. Y ahí
empieza el ironman. Tus piernas dicen que no. Tu escaso lado racional dice que
no. Y aun así sigues corriendo. La andaluza sabe que vas bien jodido antes de
verte. Porque son muchos años y estas cosas se intuyen. Y ella te dice que sí. Y Tommi te dice que sí, che non sei finito
e che adesso vai e prendi quel cazzo di ultimo braccialetto. Y las piernas dicen que no. Y dicen que no
durante 17 kilómetros. Uno detrás de otro. Y uno detrás de otro los haces sin
dejar de correr, porque el orgullo herido es muy difícil de digerir y porque
esa puta carrera no te va a ganar otra vez.
Aún no sabes muy bien cómo, acabas la
maratón en 3h41’10”.
Cruzas la línea de meta en 10h31’18”. Sin
haber caminado ni un solo paso.
Ya puedo dormir tranquilo.
Ya puedo descansar.
1 comentario:
Bravissimo, irlandese. Lleva usted un 2015 épico, digno de película hollywoodiense. Espero pillar pellizco de la venta de los derechos de este relato a un productor avispado.
De todos modos, no es por desmerecer, pero la rótula está sobrevalorada. Debería haber prescindido por completo de ella: hubiera ido mucho más ligero.
Tu vuo fa lo Corocotta. Ahora descanse, amico, se lo ha ganado. Y coma algo más de Cucina Carmen, que se está quedando en la radiografía de un silbido.
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