Pues algo similar ocurrió hace cosa de un mes, más o menos. Iba yo tranquilamente pensando en mis cosas, yo mismo con mi mismidad cuando de pronto me topo de frente con un panfleto anunciante. Lo miro. Lo leo. Madrid. 24 de Febrero. 21.097 metros. Ni uno más, ni uno menos. 21.097. Todos puestos en fila uno detrás de otro. 21.097 jodidos metros. Largos como la puta minga de john holmes. Exactamente media maratón. Exactamente un suplicio chino entero.
Objetivo. Bajar de 2 horas. Como sea, por lo civil o por lo criminal, pero ni un segundo más de los 120 minutos. Así que buscas por ahí algún plan de entrenamiento para medias maratones. Todos aconsejan unos 3 o 4 meses de darle a la zapatilla. Bah, tonterías, en realidad así no tiene gracia, lo interesante es prepararlo en 3 semanas. Con 3 meses de callo lo consigue cualquiera. Así que, como has hecho siempre, mandas a tomar por saco las tablas de entrenamiento y sigues el método de la anarquía y del dolor. Primera prueba: cinta, 14 kilómetros a ritmo de dos horas (5’42’’ el kilómetro). Acabas muy jodido. No habrías hecho otros 7 kilómetros ni jarto de jumilla. Pero bueno, non ti preocupare, todo el mundo sabe que en la cinta se corre mucho menos que en la calle. Creo. Y además, todavía te quedan tres semanas de apretar los dientes. Última prueba: carretera, 10 kilómetros exactos. 44 minutos y medio (4’27’’ el kilómetro). La cosa pinta bien, salvo que tu pierna derecha es un dolor de rodilla para abajo. Y la espalda igual. Será que en realidad las tablas de entrenamiento están para algo.
Viendo que el dolor de tu gemelo y de tu tibia derecha no tiene ninguna pinta de ir a dejarte tranquilo, y que tu puto orgullo no te va a permitir retirarte de la carrera de los huevos, la víspera del suicidio te pasas por la farmacia: réflex y vaselina. ¿La quiere perfumada?. ¿Cómo dice?. La vaselina. Ah, no gracias, mis pezones huelen muy bien tal cual están. Perdone, ¿sus pezones?. Sí, señora, sí, eso que tiene usted en las tetas y que la da tanto gustirrinín que la chupen. No comprendo. Claro que no comprende, ande, no se meta en jardines ajenos y déme la coño vaselina, joder, que bastante tengo yo con lo mío.
El día de autos te presentas en la salida con puntualidad irlandesa. Te vacías el bote de réflex en la pierna derecha y el de vaselina en los pezones. Que yo, como la farmacéutica, también los tengo en muy alta estima y no me apetece terminar con ellos en carne viva. Un tipo se acerca, ¿a cuánto vas?. A bajar de dos horas. Ah, yo tengo 1:37. Pues que le aprovechen. No te cebes al principio. Descuide, ni al principio ni al final, no hay peligro de ello. Suerte. No necesito suerte, necesito fuerzas. 10 de la mañana. Dan la salida.
Los 5 primeros kilómetros la peña va hablando. Que si ZP es un cabrón, que si Rajoy un hijo de puta, que si la madre que los parió a los dos. El gracioso del “¿falta mucho?”, en el kilómetro 2. El gracioso del “me aburro”, en el 3. El gracioso del “tengo pis”, en el 4. En el 5 no sé muy bien por qué todo dios va callado y a lo suyo. Derecha izquierda, derecha izquierda, y vuelta a empezar. Hasta el 10 llegas bien. La pierna se queja, pero lo justo. La espalda un poco más. 53 minutos. Cálculo mental rápido: voy para 1:51, 1:52. Estoy hecho un chaval. En el 11 un tipo al lado de ti se tira un eructo como una jodida erupción volcánica. Le miras. Ojalá me hubiera salido por el culo, dice él, por lo menos me empujaría. Si pudieras te descojonarías de la risa. Pero no puedes, bastante tienes con hacer llegar oxígeno a las putas piernas. Derecha izquierda, derecha izquierda, y vuelta a empezar. Hasta el 16 vas con el del eructo, clavando el 5’15’’ por kilómetro cual metrónomo suizo. 1:24:40. Joder, a 5 minutos el kilómetro a partir de aquí bajo de 1:50. Vamos a ello. Quinientos metros más adelante tu corazón decide meter segunda. Mecagoensuputamadre. Mecagoensuputísimamadre. Pues va a parar Rita la cantaora. Cojones. Que le den por culo al corazón y a la santísima madre que lo parió, ostia. En ese momento recuerdas que esto no es el Mario Bros, que aquí sólo hay una vida, así que blasfemando como un puto hereje te tienes que parar. 2 minutos después tu patata vuelve a su bombear habitual. Hija de puta (la patata). Te pones en marcha otra vez. Lo de 5 minutos el kilómetro es una utopía, vas haciendo 5’5’’ y gracias. En el 18 la rodilla derecha te dice que todo muy bien, que sí, que muy macho, pero que pares de una puta vez. En el 19 te pasa una señoruca como un maldito misil. Tu orgullo de macho ibérico decide seguirla, tus piernas dicen que la va a seguir tu puta madre y la cabrona se pierde en lontananza. Malnacida. En el 20 tu culo (no el agujero, me refiero a lo que lo rodea) te avisa de que si quieres volver a sentarte alguna vez en tu vida deberías pensar muy seriamente en pararte a estirar. En el 21 vas ligeramente zombi. En el 21 y 97 metros cruzas meta. 1 hora 52 minutos y 30 segundos exactos después de haber salido. Con un corazón normal, 1 hora 50 minutos y 30 segundos.
Una tipa se acerca a darte agua. Gracias, ¿y los masajes?, preguntas para hacerte el gracioso. Al fondo, responde sin inmutarse. Ah, ¿y los ataúdes?. Al fondo a la derecha, sonríe. Muy amable. Te sientas a estirar y en ese momento el demonio aparece de nuevo en tu hombro izquierdo: “Bien, chavalote, bien, pero en el fondo sabes que lo has dejado a medias, y que la andaluza dice que está muy mal dejar las cosas a medias”. Joder, puto demonio, déjame un rato tranquilo ostia. Lo piensas. El cabrón tiene razón. No tiene sentido hacer media maratón cuando existe la maratón entera. 42.195. Pero eso, será otro cantar.