lunes, julio 18, 2011

Secuelas de un Curso de Entrenador

Después de casi 4 semanas de dedicación y reclusión en el Pabellón Mies del Corro de Solares, escenario de grandes gestas y no menos grandes cagadas, llegó el fin de semana de exámenes y ahí estaba el menda dispuesto a dar lo mejor de sí mismo para conseguir la titulación de Nivel II que lo acerque aún más al banquillo del Real Madrid, que no lo venden, lo regalan, señooooraaaaaa.

Y hete aquí que surgió un primer obstáculo en la mañana del sábado, cuando el profesor de "Preparación física adaptada al baloncesto" decidió que era el momento de validar el correcto funcionamiento de mi rodilla tras sus últimas mejoras. Y 12 años después, me metí una sesión de hora y media intensita, intensita, de la que aún ahora tengo secuelas. Eso sí, la peña alucinada con mi manita. El que tuvo, retuvo. Raza blanca, tirador.

Pero eso no era todo, qué va. Resulta que este año se ha introducido como novedad la obligación de superar una serie de exámenes prácticos, en los que un alumno propone ejercicios de entrenamiento y sus sufridos compañeros disponen y hacen de marionetas en la cancha. Y claro, uno que siempre ha sido un motivado no sabe tomarse las cosas en modo relax. Y si a eso le sumamos que en un momento de enajenación transitoria olvida que el modo correcto de caer al suelo tras un salto es con las dos plantas de los pies firmemente aposentadas sobre el piso, tenemos el cóctel idóneo para que el pie adquiera las siguientes formas y colores:

No es que haya engordado, es transitorio... espero

Y uno que pensaba que estas cosas eran eminentemente teóricas y a lo máximo que te esponías era a una torsión neuronal de tanto mezclar líneas y círculos en la pizarra...

Títulos no tendré, pero mi primer esguince como entrenador ya no me lo quita nadie.