Saludos a todos. Lo primero presentarme oficialmente una vez decidido dar el salto a la fama. A pesar de haber sido referenciado como fuente de anteriores historias, éste es mi primer post como colaborador. Mi posición privilegiada a la diestra del Sr. Portu 8,6 horas al día me ha permitido conocer los entresijos del blog. Me he reído leyendo las historias y contribuyendo con mis humildes descubrimientos, así que he aceptado de buen grado esta Wild Card para participar como estrella invitada. Sí, están en lo cierto, al teclado el único (por suerte) e inimitable Vali, así que se rogaría que no saliesen corriendo (¡denme el beneficio de la duda por lo menos!).
La culpa de esta afrenta la tiene la escasez de posts (ya veis que están desesperados) y mi reciente visita a la tierra de la Tarantela. Pues sí, rapiñé unos días de vacaciones duramente negociados con las altas esferas y me dije, ¿qué mejor forma de pasar la semana de vacaciones que ir a visitar Roma? Si total, sólo supone levantarse a las 7.30 todos los días para ir a andar bajo el sol, hacer colas, subir escaleras e utilizar transportes públicos llenos hasta la bandera (no se molesten, estarán a tope sea la hora que sea haga sol o diluvie). Pero yo partía con una ventaja, era mi tercer viaje a Italia y me dije, ésta es la mía, me llevo a la churri que no lo conoce y la dejo impresionada con mis conocimientos de idioma y monumentos. Qué bien pintaba todo sobre el papel.
Así que allí que nos fuimos. Partimos de Parayas en los aviones de un tal Ryan, y aterrizamos en Ciampino sobre el horario previsto. Todo en orden, así que procedo a llamar al apartamento para avisar de la llegada. El primer revés llegó al recibir la contestación. Un tío muy majo que hablaba perfecto español nos indicaba que nos esperaba para enseñarnos nuestro nidito de amor. Y allí estaba, efectivamente, dispuesto a darnos toda la información sobre el lugar itinerarios y monumentos a visitar. Yo le miraba pensando, "joe macho, no le des tanta información a mi novia que luego no me deja ir a ver lo que quiero", a la vez que me esforzaba por que no le mirase demasiado tiempo de modo que la hipnotizara con el famoso efecto italiano.
Así que nada, procedimos a hacer las visitas de rigor a la ciudad eterna más incursión a Florencia de un día. No les aburriré con los detalles. Sólo permítanme hacer una reflexión sobre la gente. Por un lado hablar de los habitantes autóctonos. Una raza especial. A parte de la manía que tienen de hablar en italiano, destacan varios rasgos:
La culpa de esta afrenta la tiene la escasez de posts (ya veis que están desesperados) y mi reciente visita a la tierra de la Tarantela. Pues sí, rapiñé unos días de vacaciones duramente negociados con las altas esferas y me dije, ¿qué mejor forma de pasar la semana de vacaciones que ir a visitar Roma? Si total, sólo supone levantarse a las 7.30 todos los días para ir a andar bajo el sol, hacer colas, subir escaleras e utilizar transportes públicos llenos hasta la bandera (no se molesten, estarán a tope sea la hora que sea haga sol o diluvie). Pero yo partía con una ventaja, era mi tercer viaje a Italia y me dije, ésta es la mía, me llevo a la churri que no lo conoce y la dejo impresionada con mis conocimientos de idioma y monumentos. Qué bien pintaba todo sobre el papel.
Así que allí que nos fuimos. Partimos de Parayas en los aviones de un tal Ryan, y aterrizamos en Ciampino sobre el horario previsto. Todo en orden, así que procedo a llamar al apartamento para avisar de la llegada. El primer revés llegó al recibir la contestación. Un tío muy majo que hablaba perfecto español nos indicaba que nos esperaba para enseñarnos nuestro nidito de amor. Y allí estaba, efectivamente, dispuesto a darnos toda la información sobre el lugar itinerarios y monumentos a visitar. Yo le miraba pensando, "joe macho, no le des tanta información a mi novia que luego no me deja ir a ver lo que quiero", a la vez que me esforzaba por que no le mirase demasiado tiempo de modo que la hipnotizara con el famoso efecto italiano.
Así que nada, procedimos a hacer las visitas de rigor a la ciudad eterna más incursión a Florencia de un día. No les aburriré con los detalles. Sólo permítanme hacer una reflexión sobre la gente. Por un lado hablar de los habitantes autóctonos. Una raza especial. A parte de la manía que tienen de hablar en italiano, destacan varios rasgos:
- El móvil es un complemento indispensable. Por la calle es necesario ir hablando por él. Lo mismo ocurre si vas conduciendo (da igual que sea una moto). Además, con uno no es suficiente. Deben poseerse un número entre dos y cinco que te permitan aprovechar todas las ofertas de las operadoras de modo que no dejes de hablar.
- Ir a la moda no es una opción, es obligatorio. Los complementos deben ser cuanto más llamativos mejor, véase gafas que cubran desde la frente al bigotillo o bolsos en los que cabría mi maleta para una semana. Además no se puede llevar un pelo mal colocado. Para ello se inventó la gomina.
- Si la pasarela dice que estamos en temporada de otoño-invierno lo estamos y punto. Si hace 35 grados a la sombra es culpa del tiempo que está fuera de onda. Por lo tanto, la chaquetilla de punto tan mona que te has comprado y el foulard-bufanda de la boutique puede llevarse sin problema.
- Mover las manos para hablar ayuda a la comprensión. Si no las mueves no transmites bien el mensaje.
- Los estereotipos sí funcionan. Si tú ves un venerable anciano hay dos opciones: o es un capo de la mafia con el traje a rayas o es el típico viejete cachondo que va tirándole los tejos a las jovenzuelas.
- La española es la más fácil de distinguir. Basta con localizar los que griten más o los que más están haciendo el imbécil. Son peligrosos en grandes grupos. Comentarios habituales que suelen hacer son "Vaya mierda de ruinas, si sólo son piedras mal puestas", "Pues esto en mi pueblo lo tenemos también y no hay tanta cola" o "Ellos dirán que su comida es muy buena, pero donde este un buen bocata de jamón...".
- Mención aparte merecen los "resabidos" y para ilustrar su modus operandi tiraré de anecdotario personal. Domingo 8.30 zulú. Ciampino Airport, 2 horas antes del vuelo. En la puerta de embarque aparece el vuelo anterior hacia una ciudad alemana cuyo nombre no reproduciré por sentirme incapacitado ante tanta consonante junta. Alemanes que me sacan una cabeza empiezan a arremolinarse en torno a la fila. A esto llegan dos parejas de la listillos. Preguntan "¿Priority board?", a lo que obtienen indicación hacia la fila reducida. Se sitúan orgullosos de tener prioridad para subir, mirando con una sonrisa la larga cola adyacente. Comienza el embarque. Al llegar nuestros protagonistas el empleado pone cara de póker y les dice: "Ustedes van en el siguiente avión". Pero para un resabido eso no es una derrota. Y para dejarlo claro añade uno de ellos "No, si ya pensaba yo que era muy pronto, pero pensé que nos tendrían sentados en el avión esperando". Si es que nada se escapa al entendimiento de esta raza superior.
- Los orientales. Sí, digo orientales porque soy incapaz de reconocer entre nacionalidades específicas. Sólo una cosa me queda clara, si quisieran dominar el mundo ya lo habrían hecho, pues son omnipresentes. Ni en un baño podrás librarte de su presencia. Destacan por ir en manadas (el término grupo se queda corto) y ser reacios a adoptar costumbres occidentales. La cámara es una extensión de su mano, y su apariencia es cada vez más sofisticada.
- Los americanos. Su atuendo siempre es particular. El uso de sombreros de cowboy o las chanclas con calcetines les delatan. Da igual las exquisiteces culinarias del lugar, se les podrá encontrar a la hora de cualquier comida en los McDonald´s.