martes, julio 27, 2010

Maricón el último

Bueno, pues nada, ya se me han inflado los cojones con tanto amigos para siempre, tanta dulzura, y tanta puta tontería. Me refiero al Tour. El de Francia. Ya saben, esa carrera donde unos tipos con las piernas depiladas se arriman estopa a base de bien intentando ganar. Bueno, eso era antes. Ahora a lo que se dedican es a dorarse la píldora unos a otros y a untarse vaselina en el culito para que nadie se ofenda. Que parece eso un puto anuncio de compresas, con amplias sonrisas, y hombre por dios pase usted primero, faltaría plus, no se me vaya a enfadar. Qué asco, joder, vaya puta merienda de negros en que lo han convertido. (Un segundo, que voy a vomitar, ahora vuelvo).

Supongo que estén al tanto del asunto. El problema de fondo es que hay mucho periodista y mucho analfabeto (huy, qué tonto, eso último era redundante, perdonen), que no se han subido encima de una jodida bicicleta en su puta vida, y que no tienen ni puta idea de qué va el cotarro del ciclismo, y que calientan la cabeza de los ciclistas y del ciudadano de a pie con el jodido fair play, la educación es lo primero, y anormalidades de calibre semejante. La milonga del marinero y el capitán. Bueno, pues mensaje del tito irlan para todos esos: me cago en todos sus putos muertos, dedíquense a escribir sesudos artículos de opinión sobre la impotencia, imbéciles, que de eso seguro que dominan. Vayan a dar lecciones sobre estilo señorial y pulcritud en el obrar a su puta casa.

Vale, ahora que ya me he quedado un poco más tranquilo, vamos a ver si explico con sutileza de qué va esto de dar pedales. La cosa es muy sencilla. Creo que hasta el más tonto podría entenderlo. Sólo hay una máxima válida: MARICÓN EL ÚLTIMO. Así de simple, y así de jodido. Así de duro. Porque precisamente por eso es grande el ciclismo, porque se va al límite, por la épica, porque la gente echa puta sangre por la boca por ganar, porque se mean encima para cruzar antes que el otro esa puta línea blanca, porque lloran de puto dolor, porque se juegan la puta vida bajando, porque te caes y eso es parte del juego, porque la mayor parte de las veces pierdes la apuesta después de dejarte la puta piel encima del sillín del infierno. El ciclismo es muy grande porque en la carretera no hay piedad, ni amigos, ni gaitas en vinagre. Sólo dolor, sangre, sudor, lágrimas y puta soledad. Por eso es grande, joder, porque hay uno que va delante, y una jauría de doscientos galgos persiguiendo detrás, pidiendo sangre. Porque sólo hay uno que gana. Y porque te dejarías desollar vivo antes que no ser ese uno. Lo que les decía, MARICÓN EL ÚLTIMO.

Evidentemente hay alguna excepción a la regla. En general no está muy bien visto meterle un palo entre los radios al rival, o darle una patada mientras baja a 90 por hora, o, por raro que parezca, también está un poco feo ir con una catana descuartizando a todo aquel que ose adelantarte. Eso es juego sucio. Ahora bien, si te caes, te jodes. Es parte de este puto deporte. Se acepta y punto. Sólo hay dos tipos de ciclistas, los que se han caído y los que se van a caer. Hoy te toca a ti, y mañana a mí (toco madera). Lo que digo, te jodes, te levantas lo más rápido que puedas (si es que puedes), y a machacarte para cazar al grupo. Porque aquí no se espera ni a dios. Y ojo al matiz, he dicho que no se espera, no que haga falta atacar cuando hay montonera. Pero es que incluso si uno atacara aprovechando la caída de alguien, pongamos incluso por caso la caída de su propio hermano, que se queda hecho mierda entre los adoquines y con una clavícula partida en tres, incluso en ese caso extremo digo, no habría nada que objetar, te jodes si te ha pillado el corte, agachas la cabeza, y tiras para adelante sin lloriqueos, apretando primero la izquierda y luego la derecha, hasta que te duelan tanto las piernas que pienses que van a arder por combustión espontánea. Porque repito, esto es así de duro, y así de jodido, y aquí no se da tregua ni a tu puta madre. MARICÓN EL ÚLTIMO.

Así que si en este deporte, cuando la carrera está lanzada, no sólo no se para a ver qué le ha pasado a la sangre de tu sangre, sino que se toma ventaja de ello, mucho menos se puede exigir que uno pare cuando el anormal de tu máximo rival ha sido tan pardillo como para sacar la cadena en pleno ataque. Te jodes. Aprende a cambiar. Para quitar plato hay que sentarse, imbécil. Así que lo que hay que hacer es seguir para arriba, como un jodido obús, más rápido si cabe, y urgar en la puta herida. Que sufra el perro. Que eche putos espumarajos por la boca si quiere agarrarte. Pero desde luego es absurdo pensar, que ante un fallo de juvenil de tu archienemigo, tengas que parar a ver si se encuentra bien, a preguntarle qué le ha pasado, a meterle la cadena caso de que tenga dificultades, y a lamerle los cojones si los tiene doloridos después de tanto rato encima del sillín. Eso no es juego limpio. Eso es ser anormal. Y desde luego, por más que una panda de comevergas lo escriban en los periódicos, eso no es puto ciclismo. Porque ahí no llora nadie más que de puto asco. Y en el ciclismo se llora de dolor y de rabia.

Ahora, lo que ya es cogérsela con papel de fumar, y convertir esto en un jodido circo de mamoneo y mariconismo sin fin, es que como al pobrecito ayer se le salió la cadenita, y hoy ha ido tirando toda la subidita (porque le interesaba, añado), pues se merece ganar la etapa y se la regalo. Eso es un puto paripé. Una puta comedia. Un puto fraude para gente que lleva dos días haciendo noche allí arriba sólo para ver la llegada de gente que se supone que se va a dejar la vida por ganar. Y que al final lo que hace es guiñarse el ojo, abrazarse y darse besitos en los morros. Que les folle un puto puercoespín. Es que se lo merecía. Tócate los cojones. Me la suda que se lo mereciese. El ciclismo no es justo. El ciclismo es una putada. Por eso es tan grande cuando se gana. Y si no que se lo digan a Beloki retorciéndose de puto dolor en la cuneta con la cadera rota. O sin irnos tan lejos, a Carlitos Barredo, 45 putos kilómetros escapado, echándole más cojones que los 300 espartanos juntos, dejándose el puto alma en la carretera, para que los hijos de puta de atrás le cacen a un kilómetro de meta, un mísero y jodido kilómetro, y le dejen tirado sin piedad y como a un perro. ¿No se merecía ganar?. Claro que sí, mucho más que el otro moñas que hizo una subida de mierda. ¿Y ganó?. No, no ganó. Sólo sufrió y lloró al llegar. Octavo. Por eso es grande este puto deporte de mierda. Y no por darse besitos y abrazos con el de enfrente. Si quieren ver finales felices se alquilan una puta peli de Meg Ryan. No te jode.