viernes, julio 06, 2012

Mis dos cojones de acero

El médico dice que es falta de potasio. Mi madre, que no haga caso al médico, que consulte a un psiquiatra. Y la andaluza opina que simplemente es que soy gilipollas. Yo particularmente creo que la andaluza tiene razón. Pero el caso es que odio quedarme con la duda. No saber si puedo. Que me digan que no hay pelotas.

El primer anormal que subió un 8000 perdió todos los dedos de las manos y de los pies. Al llegar abajo le preguntaron que por qué había subido al Anapurna. Porque está ahí, respondió el imbécil. Esto es parecido. Porque está ahí. Porque a alguien se le ocurrió que nadar 3800 metros, hacer 180 kilómetros subido en la burra, y luego correr un maratón podía ser divertido. De cojones. Y yo, por supuesto, tenía que saberlo.

Bien, pues ahora ya lo sé. En contra de lo que pudiera parecer a primera vista, no es divertido. Repito por si alguien no lo ha entendido bien, NO ES DIVERTIDO. Es más, por raro que parezca, es bastante doloroso. Para que lo entiendan, ustedes piensen en cualquier actividad placentera. La que más les guste. Incluido follar. Mola, ¿verdad? Bien, ahora piensen en hacer esa misma actividad durante 12 horas sin parar. Y cuando digo sin parar, me refiero a sin parar. ¿Parar? No, nein, nasti de plasti, nones, niet, rien de rien. Sólo seguir y seguir. A que ya no mola tanto. Bueno, pues ahora cambien la actividad placentera por algo que desde el inicio sea intrínsecamente doloroso. Correcto. Eso es un ironman. Ni más, ni menos.

Yo me fui a probar suerte a Klagenfurt, Austria. Ah, claro, ese es de los fáciles, suelen decir los ironmans de barra de bar. Por supuesto, fácil de cojones. Coser y cantar. Pan comido. Un entreno suave. Casi ni te enteras.

Y además siempre hace buena temperatura. Naturalmente. El agua a 25 grados. Nada de neoprenos. Primera en la frente. Máxima de 36 a las dos de la tarde. Para empezar a correr con la fresca. Lo que les decía, buena temperatura.

Sales a las siete de la mañana. Himno austriaco. Cañonazo. Todos al agua. Tú por el lado de los malos, para que no te suelten muchas ostias. Y no te las sueltan, hasta la primera boya. Ahí te comes las del pulpo y las del bombero todas juntas. Segunda boya. Más estopa pa la tropa. Coges el canal, y sales. Esto es Jauja. 1h12’, el 366 de 2400. Ni Phelps, oigan.

A la burra. Primera hora, 34.2km/h de media. Y reteniendo. La peña te pasa como si fueras parado. Tú flipas. Joder, debe de ser que a ellos les convalidan el maratón. Primera vuelta 2h47’. En la segunda empieza a apretar el calor. Pero a apretar de cojones. Paras en los avituallamientos a vaciarte bidones de agua por encima. A partir del 140 empiezas a apretar el culo porque las piernas duelen y los riñones van bien jodidos de ir acoplado abajo. 2h58’. Total: 5h45’. 700/2400. A 31.5km/h de media.

Por supuesto con cada italiano que te cruzas (llevas el nombre y la nacionalidad en el dorsal) le dices que “anche voi perdete la partita di questa sera”. Y un viva Iniesta. Y viva España. ¡Por Santiago y cierra! Y esas cosas del Cid y de los tercios en flandes. Ellos responden con tonterías sobre Balotelli y Pirlo. Me descojono.

Te bajas de la burra. Milagrosamente consigues poner la espalda recta. Te calzas las zapas. Bueno, vamos a correr un maratón. Ves de nuevo a tus hermanos y a la andaluza que llevan siguiéndote todo el puto día desde las cuatro que te levantaste, y que han pintado la carretera con tu nombre y que te animan lo que pueden. Paras a decirles alguna tontería para que piensen que vas sobrado. Y te pones a ello. 36 grados y mucha humedad. En cada avituallamiento, en cada fuente, en cada manguera que sacan de las casas, hasta en cada puto charco paras a empaparte de agua. Jodido calvario. Vas como si acabaras de bañarte en el lago con ropa. Así todo, hasta el 17 mantienes el tipo. 5’45’’ el kilómetro. A partir de ahí no sé muy bien cómo explicarlo. Todo el recorrido es una especie de comitiva de muertos vivientes que se arrastran como jodidas almas en pena. Eso parece un puto episodio de The Walking Dead. Una broma de mal gusto. Qué cojones, eso es Zombieland. Entre el 22 y el 28 como la cabeza no te va muy bien se te olvida beber cocacola en dos avituallamientos y empiezas a pensar que no llegas para el partido. Gente andando. Gente vomitando. Gente acalambrada. Gente tirada debajo de los árboles. Gente que no puede ni andar. Gente a la que se llevan en camilla inconsciente. Gente que colapsa. Gente que llora. Todos arrastrándose para intentar acercarse un poco más a la puta meta. Tú incluido, que eres un jodido guiñapo y haces varios kilómetros a ritmo de 7’30’’. Jamás pensaste que se pudiera correr tan despacio. De alguna manera consigues que tu cerebro siga empujando hacia esa jodida línea blanca. Los últimos seis kilómetros te recompones un poco y consigues completarlos a un ritmo que casi no se puede calificar de digno. 6’25’’. En la última recta ves a la andaluza en las gradas que grita y llora porque pensó que se quedaba viuda antes de casarse y porque sabe lo que has tenido que hacer para estar ahí. Y la das un beso porque ella lo ha sufrido contigo. Y ha aguantado tus putos entrenos, y tus putas quejas, y tu puto cansancio. Y pasas por debajo del arco, y alguien dice “you are an ironman”, y tú no le ves bien porque no puedes reprimir un par de lágrimas. 30 años 5 meses 27 días 11 horas 52 minutos y 45 segundos después de haber salido.

La prueba del delito