lunes, mayo 05, 2008

Hijos de ONO

Miren, de verdad que yo no quería. He hecho todos los esfuerzos que un irlandés esforzado puede hacer para contenerse. Joder, hasta fui a clases de yoga y de meditación zen, con incienso y velitas por todas partes, para alinear mis chacras con las lunas de venus y todas esas cosas. Fíjense si lo intenté con ahínco, que un día hasta me tomé una tila. Pero coño, se han puesto ustedes tan pesados y tan insistentes, queridos amigos de ono, que no me queda más remedio que cagarme en todas sus putas madres. Y en sus putos muertos. Y en sus putos descendientes. De hecho, qué cojones, me cago en todo su puto árbol genealógico, hijos putativos o hijos de puta incluidos.

Seguramente ustedes, estimados señores onienses, estarán pensando que soy un exaltado y un radical. Pues miren, puede ser, pero ustedes son unos hijos de la grandísima puta y parecen estar encantados de la vida, así que yo no voy a ser menos. El caso es que, para que no crean que soy injusto en mis apreciaciones (me refiero a lo de la dudosa moral de sus putas madres, por si no me entienden), voy a recordarles los distintos episodios de nuestra fructífera y agradable relación. Para que así ustedes puedan experimentar la misma alegría que yo al evocarlos.

Mi pecado original, amigos onistas, fue el querer instalar teléfono e internet en mi casa. Ya saben, por aquello de que la gente pudiera comunicarse conmigo. Bueno, y para poder ver porno gratis, naturalmente. Como todo el mundo. Sé que es una terrible falta y una atrocidad el querer aspirar a tales lujos en el siglo XXI, pero qué le voy a hacer, es que soy una persona amante de las frivolidades y los excesos. Así que para tal menester, el de la instalación telefónico-internesiana digo, contacté con una de sus innumerables y encantadoras telefonistas que me informó, todo amor y ternura, de que era mucho mejor que contratara los citados servicios a través de ella, porque aunque vía internet me regalaban un router inalámbrico, tardaban unos tres meses ni más ni menos en atender mi solicitud. Ella, vórtice de la competencia telefonil, iba a conseguir que me lo instalaran en quince días.

Madre del amor hermoso, pensé yo para mí, sólo quince días. Una empresa que se dedica a instalar teléfonos e interneses, y a la que llamas para pedir que te instalen un teléfono y un internet, y quince días después lo tienes puesto y funcionando. No puede de ser. Esta chiquilla se tiene que estar equivocando. Tal diligencia, tal rapidez, tal prontitud en el servicio es algo completamente inconcebible. Quince días oigan, como la hipervelocidad en el hiperespacio. Tengan cuidado porque pasados ciertos límites el ser humano tiende a la desatomización. Pero bueno, cierto es que quince días es menos que tres meses, y la chiquilla era completamente encantadora, así que, renunciando a mi router inalámbrico, la di todos mis datos y me dispuse a que se pusieran en contacto conmigo.

Tres meses después, lo hicieron. Lo de ponerse en contacto con servidor, me refiero. Pensarán ustedes que me estoy equivocando, que he dicho tres meses donde quería decir quince días, pero no, aquí los únicos que se han equivocado son ustedes, anormales soplapollas, intentando vacilarme. Porque está muy mal intentar reírse de la gente. Y más cuando se es un inepto mental como ustedes. La servicial y atenta damisela que me atendió en esta nueva entrega de nuestras aventuras en común, quería saber cuándo podía venir el técnico a tecnificar mi casa. Cuando venga con un router inalámbrico, querida, contesté yo. Claro, claro, yo se lo pongo aquí, que quiere un luter. Gratis, añadí yo. Ah no, don ilandés, eso no es posible, don ilandés. Páseme con alguien de arriba y ya verá como sí es posible. Ah no, don ilandés, no puedo pasale con nadie, es que eso que pide no es posible, don ilandés. Pues entonces que no venga el técnico porque lo voy a echar de mi casa a ostias. Muy bien, don ilandés, ¿puedo ayudale en algo más?. Primero, para ayudarme en algo más, debería haberme ayudado en algo primero, cosa que no ha hecho, pero ya que pregunta, se puede meter el don por el culo y puede dejar de tratarme como si fuera un puto gilipollas. Muy bien, don ilandés.

Una conversación similar se repitió unas dos veces por semana a lo largo del siguiente mes. No siempre con la misma entrañable señorita, claro, iban cambiando. De hecho a estas alturas seguramente sea un mito en todo su departamento de atención al cliente. Es más, desde aquí quiero agradecerles públicamente la cantidad de gente que he podido conocer a través de ustedes. Y todos encantadores, oigan. Unos encantadores incompetentes tocacojones, pero encantadores al fin y al cabo. Hasta que ya cierto día, me atendió una chica con un perfecto castellano de castilla, para decirme que no había ningún problema, que router gratis al canto, y que un técnico se pondría en contacto conmigo para venir a mi casa. Pues perfecto.

Y el técnico me llamó. Que le dijera una hora para venir a mis dominios. Pues hombre, a partir de las siete. Pues no. Que las siete ya estaba fuera de su horario de trabajo, que dijera otra. Vamos a ver, pedazo de retrasados gilipollas y comevergas, cuando uno se dedica a hacer negocio instalando cosas en casas ajenas, tiene que ponerse un horario en el que la gente esté en su puta casa. A mí me parece de sentido común. Pero claro, supongo que estos conceptos, cuando uno es un subnormal como ustedes (y que me perdonen los subnormales del mundo, porque lo que son ustedes en realidad es unos getas malparidos e hijos de puta), son de muy difícil asimilación. Pues miren, les voy a contar un secreto, yo también trabajo, así que no puedo quedarme en mi casa a esperar a que ustedes aparezcan por allí cuando a ustedes se les ponga en la punta del ciruelo. Es más, soy yo el que les pago, así que si les digo que vengan a las tres de la puta mañana de un puto sábado mientras me estoy chingando a su puta madre, pues vienen, y punto.

Pero bueno, ya les he dicho que soy un tipo paciente y sosegado. El irlandés Job me llaman algunos. Así que busqué un hueco para plegarme a sus putos caprichos y les esperé todo cordialidad en mi casita. El técnico vino, pero no fue capaz de instalar nada. Tuvo que volver otras dos veces (veces en que tuve de nuevo que adecuarme yo a sus putas directrices horarias) antes de conseguirlo. Ya está, me dijo, y se fue. Por fin, pensé yo, bien está lo que bien acaba, nunca es tarde si la dicha es buena, y pelillos a la mar. Todo eso lo pensé hasta que intenté conectarme a internet y descubrí que no funcionaba. Y tuve que llamar por enésima vez a su puto teléfono de pago, para arreglar algo que habían cagado ustedes, y me mandaron un técnico y me quedé en casa a esperarle y nunca se presentó. Fue en ese preciso instante y no antes, querida puta escoria humana, cuando decidí escribirles esta amigable misiva. Seis meses exactos después de mi primer contacto con ustedes (ya me dirán si soy o no un humanoide sufrido).

Pues nada, el otro día recibí una amenazante llamada de no sé qué departamento (seguro que del de atención al cliente no, porque no conocía la voz) a decirme que les debía a ustedes la pasta correspondiente a la semana que estuve abonado a sus servicios. Que de no proceder al pago me iban a meter en varias listas negras que te cagas, y que me iban a denunciar, y que iba a venir el coco en persona. Pues bien, por la presente les informo de que pueden venir todos a comerme el rabo (el coco y el sumsumkorda incluidos), que a mí como si me meten en una lista de fusilamiento, y que me pueden denunciar al puto constitucional si lo consideran oportuno. Ahora bien, se van a ir a amenazar a su puta madre, malditos imbéciles, y el único dinero que van a ver de mí, hijos de la gran puta, es el que les dé a las golfas de sus hijas en ese apartado y acogedor hotelito de nombre “El conejito feliz” en el que trabajan todas ellas.

Atentamente.

PD. A sí, se me olvidaba, como alguno de ustedes tenga los santos cojones de plantarse en mi casa a reclamar que les devuelva el router, van a comprobar en primera persona la increíble capacidad de dilatación que tiene el culo para albergar en su interior dispositivos de conexión inalámbrica a internet. Soplapollas.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

¡Coño, uno con el que me siento identificado! Algunos recordarán que escribí un relato sobre ono allá por septiembre de 2006.

Pues bien, me temo que no hay espacio suficiente en el foro para almacenar la continuación del mismo. Y no la escribiré, porque me pondré de mala leche.

Baste decir, don irlandés, que todavía llaman todas las semanas para que pague un recibo de dos meses después de haberme dado de baja (sí, parecer ser que para ellos darse de baja implica dejar de usar el servicio pero no dejar de pagarlo). Y me di de baja hace año y medio.

Akroon dijo...

Querido y puteado vecino proveedor de tacitas de azúcar y pizquitas de sal;

Antes de que ONO fuera ONO, fue Retevisión (creo recordar), y antes de serlo, fue Menta.

Yo tuve internet con Menta. Cable gordote independiente de la línea telefónica. Todo estupendo, sip. Todo maravilloso, sip. Excepto cuando cambiaron el número de asistencia de un 900 a un 902. Excepto cuando me tenían chorrocientasmil horas para solucionarme una mierda de problemilla de los cojones. Sip. No relataré todo cuanto aconteció por no agobiar, a no ser que se confabule Usted con esta servidora para, ametralladora en mano, ir a hacerles una visita.

El tema es que yo me di de baja y me dijeron que vale. Desconecté el router y no usé el servicio. Di orden al banco de no pagar más recibos de ese mes en adelante.

Al comprobar que no venían a por el routerdeloscojones, llamé de nuevo. No les constaba mi baja. Mecagondios. Pues no he usado el servicio. Bueno, no me consta la baja. Mecagontusmuelas. Vale, no me consta la baja. Vale, pues que te conste. Muy bien, envíeme un fax. De acuerdo, ¿y ya consta?. Supongo. Eficiente, que eres un eficiente (en realidad, me faltaba una D al principio).

Al cabo de un tiempo, me llegó carta de reclamación de 42 euros y pico, por el mes en el que mi routerdeloscojones había estado desconectado (pero no nos consta la baja, lo sepa).

Dije que no pagaría. No pagué. Les comenté que comprobaran que no me había conectado, que era sabedora de que tenían métodos para ello. Me dijeron que los tenían, pero que tenía que pagar. No me consta la baja. Vete a tomar por culo. Vale, pero no me consta la baja. Pague. Vete a tomar por culo. Voy, pero pague. No me da la gana. Bien, no me consta la baja. A ti te mola que te peten el orto, no??. No, pero no me consta la baja. Cómeme el rabo. No tiene. Y? Cómemelo igual. Vale, pero no me consta la baja.

Como puede imaginar y comprender, tuve que irme de retiro espiritual a un balneario para superar el estrés.

No pagué. No les constó la baja efectiva hasta mi fax. Les debía un mes que no me salía de los cojones pagar.

Al final recibí carta de un bufete de abogados.

¿Qué coño hice?

Pagar.

¿Por qué?

Porque yo me dedico a esto. No a pagar, a las cosas de los juzgados.

Ojalá que a Usted no le toque pagar la mierdasemana que tuvo el routerdeloscojones.

Solidariamente vecinal;
Ak.

Portu dijo...

Terrible mistake el suyo de intentar disponer de acceso casero a este sacrosanto espacio blogueril, amigo irlan, terrible mistake.

Ein dijo...

¿Soy el único que llamo a ONO un lunes por la mañana, le pusieron el cable a las 3 de la tarde y desde entonces todo fue una orgia de descargas a tope de la ancha banda?

Anónimo dijo...

A mi Telesfonica no me ha ido mal en cuanto a proceso de instalación se refiere. Ono en mi casa no había; es lo que tiene vivir en un barrio "bohemio". Soy Tomé, abrazos para todos