martes, junio 02, 2009

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Todo el mundo tiene sus cuentas pendientes, sus demonios internos y todas esas historias. Hasta Chuck Norris. Qué cojones, hasta los irlandeses. Y aunque bien pudiera haber sido yo la excepción a la regla, no es el caso. Porque uno no puede pretender subirse a una bici, ponerse a subir un puerto, bajarse a mitad, y dormir tranquilo por las noches. Por mucho que al final llegaras arriba, y por muchos cojones que le echaras subido encima del puto sillín. Porque si uno se sube a una bici, es para no bajarse, o al menos para bajarse cuando a uno le parezca bien, y no cuando se lo dicte la carretera. Porque eso escuece en el orgullo, y el orgullo de un irlandés es muy puñetero. Y porque un irlandés no da un paso atrás ni para coger carrerilla, cojones.

Así que tuve que volver. A mis queridos y amados lagos de los fucking eggs. Los de Covadonga. A subirlos como dios manda. Y no como la última vez.

Allí andaba yo el sábado pasado, en Cangas de Onís, en la salida, con otros seis amigos, y otros dos mil subnormales más, y con lluvia fina del norte de esa tan molona para darse un agradable paseo de 115 kilómetros en burra. Los primeros 50 llanos. Luego un puertecillo en el que los dos últimos kilómetros son una auténtica pared. Luego otro muy llevadero. Y después para rematar la faena, los señores lagos. Ya saben, 12 kilómetros de puta tortura. Los ocho primeros no bajan del nueve por ciento. Los cuatro últimos te dan la puntilla.

Bueno, te dice uno de tus compañeros novato en estas lides, por lo menos como llueve se saldrá tranquilos. Le miras de reojo. Claro, piensas mientras esnifas el olor a réflex, y contemplas las piernas como jodidas columnas de granito y depiladas hasta el escroto del tipo que está delante de ti. Tranquilos de cojones, non ti preocupare. En el kilómetro 45 paras en el primer avituallamiento. Miras el cuenta. Más de 37 de media. Tócate los cojones, mariloles. Tu compañero el optimista claudicó en el 10. Pero bueno, tú vas sorprendentemente cómodo, así que para adelante con los faroles. De tus compañeros aguantan tres, dos algo tocados, y el que te va a dar para el pelo dando ánimos y diciendo que el primero con tranquilidad. Que ya se encargará la huesera de cobrarnos cualquier esfuerzo de más.

Así que si lo dice el que va sobrado, se le hace caso. Y el primero se sube al tran tran. Sobre todo los dos últimos kilómetros. Más que nada porque es imposible subirlos a cualquier otro ritmo. Dos mil metros a más del diez por ciento. Pero bueno, como es el primero llegas arriba sin demasiado dolor. Y además ha dejado de llover. Para abajo. Aquí es donde yo me paso por la piedra a los depilados. Miras a tus compis (que tienen familia e hijos por los que velar). Oye, yo os espero abajo. Metes plato y la corneta suena a séptimo de caballería. La carretera aún totalmente mojada y la gente bajando con más miedo que vergüenza. Joder, a este paso pillo al primero. Si es que estos meseteños no tienen ni puta idea. En la tercera curva la bici te suelta un trallazo de atrás que ves la luz al final del túnel, a la virgen María, a la de Covadonga, y a todos los santos revoloteando a tu alrededor. El tipo de la organización que está plantado en la curva para avisar de que se baje tranquilo, empieza a desgañitarse y a llamarte de todo menos guapo. No es necesario. Tú ya te has hecho caquita encima y empiezas a bajar como todos los meseteños. Piano piano y sin pasar de cuarenta, que somos muy jóvenes y el precipicio es muy largo.

El segundo puerto se sube casi sin enterarte. Pim pam pum y arriba. Para abajo, esta vez sí con la carretera buena, sin curvas de las de mírame y no me toques, y el asfalto medio seco. Así cualquiera. Tú lo agradeces porque aún te estás limpiando el culo de la bajada del primero. Unos kilómetros llanos, y llegas al cruce.

Jodido y fatídico cruce. Giras a la izquierda y de nuevo tú ante el puto muro. Ruido de cadenas subiendo a toda prisa por las coronas. Imprecaciones de alguien al que se le sale la cadena al quitar plato. Miradas de quién me mandó a mí venir aquí. El gracioso del si falta mucho. ¿Cuánto llevas?, me pregunta mi compañero el máquina. 34x23. No te gusta su, bufff. Para ahora bien, te dice, pero en la huesera a lo mejor te falta. Joder, eso ya lo sabes tú, coño, no te hace falta oírlo. Para arriba. A los dos kilómetros de subida tu compañero lleva un punto más que tú. Pasas de él, que se vaya, no te cebes que esto es muy largo. Pero vas bien y no se aleja mucho. En el tres le vuelves a coger. Te mira, sonríe y se pone a rueda. Un tipo que va ya con el agua al cuello pregunta que si eso suaviza. Tú has estado en su situación así que sabes que no quiere nada de medias tintas, ni de paños calientes. Aquí no sirven las mariconadas. El tipo sólo quiere la verdad. No, le dices al unísono con tu compañero de fatigas. Y añades un vamos y un aúpa. Un par de los que están en la cuneta y le han oído preguntar se desgañitan con él como si le conocieran. Sabes que lo agradece. Porque sí, coño, porque tú también has ido así de jodido.

En el siete, llegas al puto cartel. Huesera. Miras al cielo en busca del final de esa jodida recta. Lo ves allí arriba, a tomar por culo. Respiras hondo. Tú y yo tenemos algo pendiente, zorra. Tu compañero mete la corona que se guardaba. Tú sólo te pones de pie y aprietas los dientes. El cuenta todo el rato entre siete y ocho por hora. El pulsómetro todo el rato por encima de 180. En un momento que tus riñones no pueden más te sientas. No hay cojones de mover ese desarrollo sentado. Blasfemas para adentro. De pie otra vez y hasta arriba. Cuando llegas al descansillo no sientes nada más que dolor y vacío en las piernas. Tu compañero empieza a despegarse. Intentas ponerte a rueda pero es absurdo. Vas planchado. Sólo queda llegar arriba y punto. Como se pueda. En los cuatro últimos kilómetros te pasa hasta el apuntador. 1h10’ de puta agonía. 4h50’ en total, o lo que es lo mismo, 1h30’ menos que la última vez, y sin sacar el pie de la cala. Sonríes mientras te metes tu cuarto aquarius sin respirar. Ya puedes dormir tranquilo.

2 comentarios:

Portu dijo...

Psche, esto era mucho más divertido cuando el relato incluía una cagadita last second que echaba al traste la hazaña.

Desde que consigue culminar con éxito sus épicas empresas deportivas la cosa ha perdido aliciente.

Usted antes molaba.

Akroon dijo...

Desconozco totalmente la jerga ciclista, con lo cual, ciertos detalles se me escapan.

Yo tengo una bici de cuando pequeña. Me la compraron rosa. Manda huevos. Con lo que odio ese color. Pero el pueblo era pequeño y no había más dónde elegir.

Oiga, vecino... me ha dolido hasta a mí al leerle, aunque al saberle conseguidor del desafío, qué quiere, a una servidora se le esboza en la cara una sonrisa.

Ya le dejo un Gatorade o algo así en la nevera de mi casa, que me ha dado angustia ese dolor de piernas.