miércoles, junio 30, 2010

Highway to hell

Bueno hala, hoy toca batallita deportiva. Sí, otra vez. Si están hasta los cojones de las mismas se lo toman en dos veces. No te jode, yo no tengo la culpa de estar todo el puto día sudado y aguantando dolor. La culpa la tienen los cabrones que organizan eventos para subnormales a los que les gusta sudar y aguantar dolor. Los muy hijos de puta te ponen ahí el caramelito, te dicen qué pasa, que eres una nenaza, y claro, uno no es una nenaza, así que acaba yendo.

Quebrantahuesos, se llamaba la de esta vez. El nombre es bastante explícito. Y no por el pajarraco. Por como te sientes al llegar. 205 kilómetros en bici por los Pirineos. Tres puertos de cagarse por la pata abajo. Somport, alias “¿Ha empezado ya el puerto?”, Marie Blanque, alias “El puto muro”, y Portalet, alias “¿Dónde acaba esta puta tortura?”. Una tachuelilla al final para rematar. Hoz de Jaca, alias “Esto no era para nada necesario”. Todo altamente divertido.

Tú tienes compañeros de fatigas que ya la han hecho, y que en su día juraron no volver, y que como son gilipollas ahí están un año más al pie del cañón. Así que ya vas sobre aviso. Amigo, mete toda la tuerca que puedas atrás, que falta te va a hacer en el Marie Blanque. Tú eres un hombretón de pelo en pecho (cuando no te lo depilas como una maricona), pero no un imbécil, así que además de entrenar bastante duro los últimos 15 días, vas donde tu mecánico de confianza y le dices que te meta atrás un 25, que el 23 que llevas no te gusta nada. Irlandés, con la edad te me estás ablandando. Salva, no me toques los cojones, que es fácil hablar cuando no eres tú el que tiene que bajar el pedal. Sigo diciendo que con un 23 vas sobrado, a ver ¿a dónde te vas esta vez?. A la Quebrantahuesos, al Marie Blanque. Ah, joder, (te mira de reojo), bueno, en ese caso si quieres te meto el 26 que a lo mejor el 25 te va un poco justo. Pues no, mira, ahora no quiero yo, lo voy a subir con el 25 por mis cojones, mariloles. Así me gusta, joder, a reventar esos riñones de irlandés cirrótico que dios te dio. Naturalmente.

Pues eso, en Sabiñánigo que te plantas con tus amiguetes. El día amanece despejado, un poco fresco, pero despejado. Así que nada, que somos del norte, culotte corto, maillot corto, manguitos, corta vientos, y camiseta interior de cacamoña. Y lo mismo hasta me estoy pasando, que luego siempre me aso de calor. Se sale, todo el mundo a toda ostia. Te metes en el primer grupetto que encuentras. Cómodo, a casi 40 por hora hasta pie de puerto. Bueno, hasta pie de puerto, o hasta algún punto cercano, porque no hay quién sepa dónde empieza el Somport de los cojones. Vas quitando y metiendo plato a partes iguales. Esto es jauja. Todo pinta bien si no es por esas nubes grises que hay al fondo del valle. Al poco las nubes grises ya no son grises. Ahora son negras que te rilas. Y ya no están al fondo del valle. Ahora están sobre tu puto cogote. Empieza a llover. Bueno, yo soy irlandés, será por agua, no te jode. Sigues subiendo. Buen ritmo. Al poco comienzas a ver gente bajando. Uno dice que arriba nieva. Sonríes, qué cachondo el tío. Espero. Vaya, sí que hace fresquete sí. Ya vas empapado. Empiezas a notar viento de cara. Viento del norte. Su puta madre. Llegas arriba. Aguanieve. Cuatro grados. El frío sobre una bici, mojado, sin la ropa adecuada, y con aire de cara mejor se lo imaginan ustedes, que a mí me da la risa de recordarlo.

Al cabo de un par de kilómetros de bajar ya no sientes las manos. Ni los frenos. Te tiembla todo el cuerpo y la bici te va haciendo extraños de los putos espasmos. Las condiciones ideales para bajar por una carretera que es una jodida pista de patinaje. Los huevos de corbata cada vez que el cuenta pasa de 55. Ves a peña que va más despacio que cuando subía. A los cuatro kilómetros vas prácticamente sin frenos de tanto agua y tanta mierda. La tiritona de campeonato. Llegas abajo y no tienes fuerzas en los dedos ni para cambiar, lo justo para agarrarte al manillar. Miras al tipo que va al lado. Espero tener mejor pinta que él, porque yo le doy unos cinco minutos de vida. El tipo te mira, y pone cara de que tu aspecto tampoco es para echar cohetes. Sonríes. Y mi madre en casa preocupada por si me drogo, le sueltas. El tipo se ríe. Pero no contesta y sigue a lo suyo, concentrado en intentar hacer llegar algo de calor al cuerpo. Sin conseguirlo, claro.

Escot. Sigue lloviendo como si lo fueran a prohibir. Giro a la derecha y empieza el Marie Blanque. Tú das gracias al cielo. Llevas toda la bajada deseando empezar a subir. Lo que sea con tal de entrar en calor. Lo cinco primeros kilómetros muy cómodos. Pim pam, pim pam. ¿Y esto era lo que tenía que asustarme?. Entonces llegas al cartel de 4 kilómetros a cima. Alguien a tu lado dice “highway to hell”, tú miras para arriba y ves una recta de 400 metros, plagada de gente encorvada, sufriendo como puercos, culebreando por la carretera y haciendo auténticas virguerías para mantenerse encima de la bici. Van a la velocidad justa para no caerse. La madre que me parió. Accionas la maneta a toda ostia buscando el 25 que te puso Salva. Lo encuentras. Buscas más arriba pero ya no quedan coronas. Esto es lo que hay amigo. Empieza el muro. Cuatro putos kilómetros, a más del 11% y sin un jodido descansillo donde tomar aire. Cerca de media hora de agonía. Cabeceas de un lado a otro, casi comiéndote el manillar, boqueando como un puto pez fuera del agua. El cuentakilómetros todo el rato entre 9 y 9,5. El pulsómetro todo el rato por encima de 160. Ya no tienes frío. En el último kilómetro vas pensando en la corona de 26 dientes que te dejaste en la tierruca. Ahí está bien. Llegas arriba a casi 180 pulsaciones, con tu puto corazón de dos velocidades a punto de salírsete por la boca. Rezas porque no le dé por meter segunda. Pero no, de momento se porta.


Ojo al tipo de verde pistacho que desaparece por la izquierda del vídeo en el segundo 23-24

Sigue lloviendo. Bajas otra vez cagado de miedo. Otra vez al borde de la hipotermia. Laruns. Giro a la derecha. Empieza el Portalet. 28 kilómetros de puerto, que se dice pronto. Te mentalizas. Amigo, dos horas subiendo. Así que, paciencia. Vista, valor, y al toro. Cuando llevas 100 metros, oyes que te animan por el nombre. ¡Vamos irlandés, vamos!. Esto tiene que ser el jodido frío, que ya oigo hasta voces. No, no es el frío, es la andaluza, y el resto de partes contratantes de mis amiguetes. Que se han venido en coche y llevan media hora bajo el agua, chupando frío, sólo para ver pasar a los imbéciles de sus compañeros de piso. Paro. Hola chicas. Hola irlandés, tienes un color un poco raro ¿qué tal vas?. De fuerzas de puta madre, de frío mejor ni os cuento. Bueno venga, sigue sigue, que te vas a quedar frío. Nena, si me quedo más frío dejo de respirar. Foto, foto. Bajas los 100 metros y los vuelves a subir para la foto. Los tipos que están enfrente flipan. Este es gilipollas. Pues sí, pero es que pasado cierto umbral te la empieza a sudar todo. Te despides y sigues para arriba. Puerto de ritmo. De no cebarse, de ir a lo tuyo, de llevar cadencia y no matar el músculo. Pasas cinco kilómetros malos con náuseas y ganas de potar. Pero bueno, en 28 kilómetros lo raro es no pasar cinco malos. Los dos últimos kilómetros las cunetas llenas de gente. Estos sí que están como chotas. Te animan como si fueras el puto Perico. Corren a tu lado, agitan banderas, se desgañitan contigo, hasta te ofrecen cocacolas sin abrir. Tú ni te lo crees. Lo mismo es que voy el primero. Pero no, no vas el primero, de hecho el primero pasó por allí hace hora y media.

Llegas arriba un poco tostadete. Sigue lloviendo. Cinco grados. Sacas la bolsa de plástico de cierre hermético con tu inhalador porque con el frío se te han cerrado los bronquios. No consigues abrirla porque no tienes fuerza en las manos. Viene un tipo a toda ostia. Grande chaval, trae para acá. Me abre la bolsa, saca el inhalador, me lo da, me chuto, lo coge, cierra la bolsa, me la mete en el maillot, saca de algún lado un periódico seco y me lo coloca en el pecho. ¡Vamos zagal, vamos que ya lo tienes hecho!. Para abajo. A los seis kilómetros deja de llover. Aleluya. Pinchas. Cagoensatán. Paras en la cuneta a esperar a que venga un coche de asistencia porque en ese momento tus manos tienen la misma utilidad que dos putos muñones. Se acercan dos tipos y te dicen que no te preocupes. Te cogen la bici, se llenan de mierda y te cambian la rueda. Sigues flipando. Joder, tú no eres nadie, ostia, nadie, y tienes más gente a tu servicio que el puto Indurain. Gracias. Ni gracias ni ostias, venga zagal, venga. Tiras para abajo, te subes la Hoz de Jaca casi con la carrerilla, te metes en un grupetto y llegas a meta, 7 horas y 52 minutos después de haber salido. Con sol. Su puta madre. A buenas horas, mangas verdes.

Bueno, pues ya está, me dice mi puto diablillo del hombro izquierdo. 3.8 kilómetros nadando, con la minga nos los follamos. 180 kilómetros llanos en bici, hechos sobradamente. 42.195 kilómetros corriendo, conseguido. Eso sí, por separado. Ya sólo falta juntarlo. Pan comido.

1 comentario:

Portu dijo...

Irlan, has conseguido unir a más gente que la selección española de jurgol. Está visto que la tragedia ajena despierta los instintos protectores y la compasión humana. Sigue así, que Benedicto XVI ya tiene tu nombre en cartelera de cara a futuras entradas en el santoral.

Ah, y sí, en mi opinión estás más que tronado. Pero en fin, habrá que apoyarte en tus locuras. Todo sea por el espectáculo.