lunes, marzo 21, 2005

Reflexión secretaril

Me están empezando a tocar la gaita ya. Y a un irlandés no le toques la gaita, ni la birra ni las ovejas, que luego se irlandesa, y claro, se arma. Pregunten por Belfast si no, que allí creo que les tocaron la gaita hace tiempo y todavía no se les ha pasado, que los oranges ya no saben ni de qué color son de la caquita que se han hecho encima. Bueno que me disperso. Que el que está hasta los huevos soy yo. La cuestión es que ayer pasé por secretaría con una petición que a mí me parece de fácil solución, a saber: mi expediente. Y van y me saltan con “huy qué difícil, es que no está la experta en expedientes, y yo es que soy la experta en la máquina de café, y claro lo de los expedientes como que no, como que se me atasca la neurona, y me pongo muy nerviosa porque el ordenador no me quiere y nunca encuentro la e en el teclado. Así que muchacho vuelve otro día, ahora bien, si te apetece un café pues me rellenas este paquete de impresos de aquí, sin olvidarte de dos fotos y tu dni, y yo encantadísima de la vida que te cagas te lo pongo sin falta”. Y tú la escuchas sin pestañear pensando si no te habrás equivocado y lo que la has pedido sin querer es permiso para bombardear la república bananera chinesca. No puede ser cierto, te dices y te repites mientras la pava prosigue explicándote el porqué no puede apretar un botón para que la impresora escupa tu basura de notas. Así que boquiabierto y para evitar el ciscarte en todos los antepasados de la funcionaria que el diablo ha puesto en tu camino para tentar tu lado oscuro, pues das los buenos días como puedes y girando sobre tus talones con el rabo entre las piernas sales con una depresión de proporciones equinas preguntándote si en secretaría existirá la vida inteligente más allá del pentium 4 que hay sobre la mesa. Y mientras abres la puerta presto a huir de allí sin saber por qué cojones se te ocurrió entrar, la neurona de la chiquilla se enciende y la susodicha te explica que lo de los buenos días está muy bien, pero que no sabe si puede contestarte, que para eso hay una instancia, y que la rellenes y que el señor jefe dirá, y que si el café lo quieres con leche que no se te olvide traer los 17 impresos del banco, el libro de familia y las instrucciones del microondas. Y tú la miras. Y ella te mira sonriente, una mirada de orgullo, del deber cumplido, de saberse útil a la sociedad universitaria, de no hay de qué caballero vuelva cuando quiera que yo le resolveré sus cuitas. Y tú la vuelves a mirar, no sabiendo si reir o llorar, si te está vacilando o es que sólo es subnormal.

Pero no, el caso es que tú sólo querías tu puto expediente. Que para algo estudiamos. Claro, dirán ustedes, por el bien de la humanidad, para descubrir la vacuna del sida, para completarse como personas y llegar a ser humanoides cultivados tipo Pedro Ruiz y poder así participar en las tertulias mañaneras con pseudo cultos y pseudo cultas tremendamente concienciados sobre los males que asolan el mundo y con una clara opinión sobre la cría de escarabajos peloteros en la laponia del este. Pues se me equivocan amiguitos, a mí y al 99% de esta nuestra comunidad el ser cultivados (de secano o de regadío) o cualquier animada charla que no tenga lugar en el programa de Sardá o similar, nos la suda considerablemente, aún diría más, nos la suda completa y absolutamente. Ni vocación ni gaitas en vinagre. Nosotros chapamos como borregos para que al cabo de cierto tiempo podamos ir a secretaría y allí nos den un expediente con nuestro nombre puesto arriba en letra negrita y cursiva, bonito que te rilas. Para que luego alguien nos pueda decir “a pues sí, pues qué bonito, pues empieza mañana a programar páginas web”, o “a pues no, pues qué horrible, pues vaya a llorar a otra parte y métase esto por donde buenamente le quepa”. Y dirán, pues qué triste, esta juventud, no tiene interés por nada y todas esas cosas que se dicen cuando uno ha pasado de los 35 y ya se le olvidó que a él de pequeño se la sudaba hasta el expediente y por eso se dedica a lo que se dedica (que no quiero aquí hacer sangre de ningún gremio específico, que cada uno hace lo que puede, y cada uno en su casa y dios en la de todos). Pero que luego no me vengan con gilipolleces, de esta juventud, esta juventud, sólo se preocupa de emborracharse porque se lo han dado todo hecho, y el tío tan tranquilo hablando del alcoholismo de la juventud, ahí apoyado en la barra, con el tinto de las 5, después del carajillo de la mañana, el vermouth (o como coño se escriba) de las 10 y el blanco de las 12. Porque si quisiéramos estudiar por vocación, para ser mejores y toda esa milonga, pues lo haríamos en casa, calentitos, y sin que nos salieran cuatro úlceras y una incontinecia por culpa de los exámenes. Ya me estoy dispersando otra vez. Que yo quería hablar de mis queridas amigas las secretarias aguilillas.

El caso es que yo ni he pedido mi expediente ni ná de ná. Pero me pongo a escribir y me caliento, me caliento, y nunca sé por dónde voy a salir. Debería tomar esa pastilla que me recetó el señor simpático de bata blanca. Lo que pasa es que me quería haber dado de baja de una asignatura que cogí y luego me he percatado que no quería haber cogido, o bueno sí, pero sólo para que me dieran una beca pero ya me la dieron y ahora la asignatura me está haciendo cosquillas en los bajos y eso no me gusta. Y fui a secretaría a que me dieran de baja y con su sempiterna sonrisa me dijeron que sí, pero que primero rellenara esta instancia tan bonita, y yo obediente la rellené, y el señor director me dijo que muy bien rellena pero que iba a ser que no, que ahora que me habían dado la pasta me jodía y hacía la asignatura de las pelotas. Y claro como no voy a meterme con el excmo señor director, que luego me mete un puro que me cago por la pata abajo, pues me meto con las señoritas secretarias que no llevan el excmo delante, no imponen tanto, y no las queda otra que tragar. Ejem. Además, aunque esta vez no pudieran hacer nada, otras tantas sí, y no te dicen ni la hora sin una instancia de esas que tanto las humedece la entrepierna. Dirán ustedes que soy un cobarde y muy injusto con las pobres y cándidas muchachas, y yo les diré que me da igual, que hay muchas injusticias y que yo me he quedado muy agustito.

Sean felices.

Ah, por cierto, supongo que lo estarán pensando, pero no, no son rubias.

2 comentarios:

Juan_isho dijo...

Lo crudo de esta cómica representación de la escena de la secretaría es que es cierta. Pero al fin y al cabo qué podemos esperar de un luegar donde atienden a la gente y cuando entras tienes que pedir perdón en vez de decir hola, qué podemos esperar cuando entramos a un lugar donde el personaje más simpático y eficiente es el archienemigo del mismisimo BATMAN?
Cada tiene una cruz y en nuestra escuela, un lugar tecnológicamente avanzado, con analizador de protocolos, redes en bus de coaxial que no funcionan y alguna que otra fibra óptica, tiene una lacra difícil de erradicar.

Paciencia y comprensión que ellas lo intentan, y majas no son, útiles tampoco, guapas mejor no hablemos, pero como mobiliario lucen lo suficiente.

Portu dijo...

¡La Pingüino! ¡Temible! El pasado Septiembre tuve ciertos "problemas" con mi matrícula por lo que sufrí un encontronazo con dicho personaje y uno de mis amigos (del que en breve se hablará en este mail Varo, no seas impaciente) llegó a pensar que iba a saltar sobre el mostrador y cometer un homicidio voluntario. Cosa que finalmente no hice. Pero porque estoy hecho una piltrafa físicamente que si no...

Y sí, se habla mucho del sector femenino del gremio, pero qué me decís del maromo que tienen ahí metido? Ese me ha cogido ojeriza, que al hacer la ampliación de matrícula en febrero me hizo el vacío, el muy cabrón. A pesar de lo que podéis estar pensando, me limité a sonreirle irónicamente (irónicamente = "pensando que es un hijo de la grandísima"). Lo que él no sabe es que arrieritos somos....