sábado, marzo 05, 2005

Where is the love?

Por todos es conocida la tendencia del macho humano, con especial hincapié en el ibérico, de jactarse y alardear de sus conquistas, ya sea futbolero-deportivas o bien amorosas.

Y yo sé muy bien que siempre habéis deseado tener la capacidad de discernir entre verdad y mentira cuando un allegado os está relatando su última hazaña, sobre todo con el segundo tema, el que respecta al trato con el sexo opuesto (dejamos al margen del estudio de este post las conquistas amorosas logradas con uno mismo, ámbito en el que nuestro compañero el putter posee un doctorado). Pues bien, este blog tiene la solución a vuestros males.


¿Cómo saber si ese tío tan chulo es un verdadero campéon?


¿Quizá viendo sus muestras de afecto públicas, en forma de filetazos a mansalva (con guarnición y todo)?

¿O será la forma en que expone a su cuqui ante toda la cuadrilla como si de un trofeo de caza se tratara?

No, seguro que es porque ella va a animarle a todas sus partidas de mus del torneo rector en la facultad (eso sí que es amor sin reservas)

Podríamos seguir teorizando con más ejemplos, pero todo sería marear la perdiz, y aquí lo que estáis esperando es que vaya al grano. Pues bien, la clave está en observar si a la hora de dar paseos el susodicho y señora van de la mano. Sí, como lo oís. El gran secreto se esconde en un acto en apariencia tan trivial como ese. "¿Y cómo puede ser eso?" os estaréis inquiriendo ahora mismo, mis pequeños aprendices de Casanova. Fácil. Estaremos de acuerdo en que este mundo gira en torno a las negociaciones. Y este terreno no iba a ser la excepción. Partimos de un hecho cierto: por lo general, a ella le gusta presumir delante de sus amigas (y de toda la ciudad) de lo buen chico que es su novio, todo cortesía, amabilidad y cariño a espuertas, cosa que creen poder transmitir al resto del mundo con gestos como ese mencionado de ir de la mano. Y no es menos cierto que a un tío esas mariconaditas como que le cuestan. Que sí, que cuestan, coño. Él sólo está pensando en una cosa. En lo único, como bien se dice por tierras leonesas. Pero claro, para que ella trague (conste que esto no va con segundas) con ciertas exigencias de alcoba, uno ha de hacer la vista gorda con otras peticiones de la chati. Así que, en conclusión, para poder recibir limpiezas periódicas de bajos, no te queda más remedio que entrelazar tu mano con la suya siempre que ella lo pida. Así de fácil.

Ellos disfrutan de una vida sexual placentera


Ahora ya sabéis en qué debéis fijaros al ir por la calle. Y podréis reiros de ese amiguete vuestro que tanto alardea pero que a la hora de verdad, agarra a la churri por la cintura y gracias (en otra ocasión profundizaremos en el significado oculto tras este otro gesto tan habitual).

Ya para acabar, sólo me queda lanzar una pregunta a la red de redes:

Y tú, ¿vas de la mano?


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