lunes, marzo 28, 2005

Disertación febril

Ahora sí que estoy bien jodido. Bueno, ahora no, pero el miércoles sí. Así que me he propuesto hacer una guía de fácil uso y manejo, tipo condón, para que sepáis cómo actuar cuando os veáis realmente jodidos. Bien, estaréis pensando que se me ha vuelto a pirar la olla con secretarias o cosas así, pero no, esta vez me he propuesto hacer un bien a la sociedad y crear la primera:

GUÍA PARA CUANDO TIENES MÁS DE 40 DE FIEBRE

(esto último si lo leéis con tono dramático pues mejor que mejor, por aquello de la licencia retórica y todo eso). El caso es que esta es una situación que se repite periódicamente a lo largo de mi deambular por el mundo (me refiero a lo de la fiebre) y quiero enseñaros, mis pipiolos amigos, a saber sobrellevarla sin ningún tipo de dignidad y con menos clase, pero de manera efectiva. Bien comencemos por donde suelen empezar las cosas, es decir, por el principio:

EL PRINCIPIO
El principio viene siendo mayormente una putada. El caso es que tú estás de fiesta. Y ustedes dirán que a lo mejor están en algún otro sitio y yo les digo que no, que escribo yo, que yo soy el que sabe, y que están de fiesta y punto en boca. Bien. Estás tú tranquilamente cogorza por algún recóndito y bucólico lugar de la bonita geografía española, seguramente Santander, intentando ligarte al cardo de la amiga que se está comiendo con mucho arte y ensayo alguno de tus colegas cuando empiezas a encontrarte cansado. Cuando digo cansado no me refiero a cansadillo, o claro normal son las 6 y 10 cubatas son 10 cubatas. No. Me refiero a cansado de joder por no moverme voy a probar a no parpadear porque no sé si tengo fuerzas. A ese tipo de cansado.

LO QUE VIENE DESPUÉS DEL PRINCIPIO
En cuanto notas que el agotamiento es tal que se te ha bajado hasta la erección, es hora de dar puerta al calamar con el que estás hablando e irte a tu linda morada. Evidentemente no te queda dinero porque las copas no las regalan, a no ser que tengas a un amiguete infiltrado en cada bar de la urbe. Bueno, que no te queda dinero. Así que de taxis nada y con mucho dolor de tu corazón te dispones a arrastrar tu masa corporal, dudando muy seriamente de si la empresa tendrá éxito. El cuerpo humano es muy resistente así que llegar llegas, pero cómo llegas es otro cantar. Básicamente en ese instante eres el auténtico hombre asco, como cualquier día a las 6 de la mañana pero peor. Y entonces llega.

EL PRIMER ESCALOFRÍO
Es el que marca el principio del fin. En ese punto es cuando debes tener la cabeza fría y saber que hagas lo que hagas ya la has cagado. No hay vuelta de hoja. Vamos, para que vuestras jóvenes e inexpertas mentes lo entiendan, como si te hubieras ligado al congrio de la discoteca y en el último momento con el calentón y sin el chubasquero te hubiera fallado la contramarcha. Cagada. Enorme. Descomunal, como la foca morse que tienes debajo. Pues lo del escalofrío igual. Bueno quizá me haya excedido un pelín. Ya saben. Que me caliento.

EL DESENLACE
Esto sí que es una putada. De las gordas, con michelines y todo. A partir del primer escalofrío y hasta este punto tienes exactamente 14 minutos (sí 14, no 15, no, 14) así que a la cama y a joderse (no literalmente, recuerda que estás muy cansado). A los 14 minutos sientes un segundo escalofrío, pero este viene seguido de todos sus amiguetes que se unen a la fiesta y todo tu cuerpo de golpe y porrazo se pone a bailar el jula jop, y qué manera de moverse, qué ritmo, qué compás. Indescriptible la estampa. Al cabo de un rato te duelen hasta las muelas de tanto tiritar, y el jula jop ha pasado a ser una especie de baile de sambito incontrolado. No te derrumbes. No tienes parkinson ni se te va a desencajar la columna. Es sólo fiebre. Tú te intentas tapar porque tienes más frío que un lapón (esos señores simpáticos que viven en laponia) en tanga, pero debes saber que hagas lo que hagas, y cojas las mantas que cojas, vas a seguir teniendo frío. Ahora es sólo cuestión de aguante. No seas ingenuo no vas a poder dormir. Los espasmos incontrolados te lo van a impedir. Con lo cansado que estaba uno hace sólo un instante parece mentira que se pueda mover tanto. Bueno eso, aguante. La media suele estar en las 2 horas o así, por aquello de que somos hombres, y joder qué machos, y esto es una mariconada y yo soy invencible. Invencible por mis cojones. Al cabo de un rato te levantas, como todos los hombres han tenido que levantarse alguna vez, y con voz grave para reafirmar tu virilidad dices “mamáaaaaaaaaaaaaaaa”. Que sí, que te lo digo yo, que lo haces. Tu madre, sufridora como todas las madres de este planeta, se levanta y sin mirarte siquiera en tu arrítmico caminar, coge la fregona y, cubo en mano, se dirige como una autómata al baño. “Que no, joder”, la dices. “Que hoy no he bebido”. Por mis cojones que no, mentiroso. “Que es que tengo fiebre”. Su expresión cambia. “¿Cúanta?”. “Más de 40”. Ahora hay dos opciones. Si tu madre es del tipo hipocondriaca te dirá que rápido, que al hospital, que con esa temperatura uno puede morirse, o quedarse tonto (ninguna madre piensa que su hijo YA es tonto) de la barbacoa de neuronas que tienes en el cerebro. Otra opción es que tu madre sea del tipo tengo 4 hijos y ya estoy de vuelta de todo (tipo la mía). En este caso irá al almacén ese donde guardan pastillas, polvos, vendas, inyecciones y medicamentos varios, que parece una farmacia de guardia, y te dirá toma, tómate esto y deja de darme la coña, que es muy tarde, tú eres muy grande y además ya deberías haberte ido de casa. Más o menos el discurso es ese.

Pues eso es todo amiguitos, porque ya me he cansado de escribir y porque básicamente el día después es como una gran resaca, pero peor y con periódicos cambios del tiritar al sudar como una puerca. Quizá mi acólito putter 3.0, también tremendamente versado en estos temas, quiera hacer alguna puntualización, pero yo creo que en lo básico es asín.

Sean felices y coman berberechos.

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