jueves, febrero 23, 2006

¡Pero cuánto quiero a mi ahijada!

Porque sí, tengo una ahijada. Y sí, la quiero con locura. Pero es que desde ayer la he elevado a un altar. No merece menos la tía. Resulta que la peque, a puntito de cumplir tres añazos ya, estaba el pasado fin de semana viendo la tele cuando con motivo del All Star apareció en pantalla el coleguita Pau, ante lo cual mi ahijaduca exclamó:

"¡Mira, padrino!"

Si ya decía yo que mis pintas de borrokilla sólo podían traer cosas buenas. Porque oye, a guapo le ganaré al de Sant Boi, pero lo que es una pachanga de basket como que no lo creo. Y mejor no comparar nuestras cuentas corrientes porque no hay color.

Así que mis agradecimientos a la pitufa y que sepáis que pienso currarme un regalo de cumple de los que hacen afición, que se lo ha ganado, diantre.

Eso sí, temo su reacción cuando descubra que su primo el mayor ha cambiado de look. Qué os apostáis a que reniega de mi. Cosas más raras he visto.

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