martes, noviembre 15, 2005

The Scottish Connection (Volume 2)

Nuestro corresponsal en Escocia ha vuelto a dar señales de vida, y para justificar su demora ha ofrecido excusas de lo más peregrinas. Verbigracia, que diría mi tocayo: "Oh, siento los retrasos en el tiempo de respuesta, pero es algo inevitable tal y como está el viento... lluvia, frío, mujeres que hablan una lengua extraña, hombres que hablan la misma lengua extraña pero tambaleándose mientras lo practican..." . Venga, va, te perdonamos por ser tú y porque en este blog tu tardanza de un mes es una broma pesada en comparación con la participación de muchos de sus miembros.

Antes de ir al meollo de la cuestión, pongámonos en situación. Recuperamos a Héctor recién llegado "de cenar una horripilante tortilla española (intentamos engañarla, pero era más lista que nosotros), y de tomarme un inmenso cola-cao tras varios meses de abstinencia (por fin mis contactos en “La Roca” han cumplido su parte)". Es en este momento exacto cuando se dispone a relatarnos "mi primera experiencia a manos de un vehículo a motor británico...". No hagáis zapping, que la cosa promete.



Y metí primera...



Grandioso día el que me esperaba... el frío te hacía apretar los dientes. Hoy un nuevo reto aparecía ante mí. Ya está bien de tanto programar, de tanto romperse la cabeza poniendo frases sin sentido en google para fusilar el programa que DEBERIAS hacer de algún descuidado niño prodigio taiwanés... Hoy sólo estaría yo y mi tembleque de manos para solventar la papeleta. 9 am. Llegamos a la tienda: Arnold & Clark. Tu primera impresión: Hoy le alquilan un coche a cualquiera. Por eso, es tu día de suerte. Debes elegir carruaje. Quedas gratamente sorprendido por el maravilloso Ford K que aparece en un gran cartel a la puerta y las tremendas 19 libras que te va a cobrar ese bellezón por unas horas. No había nada que discutir. Había aprendido a tratar una carroza así tras varios años de entrenamiento visual en el K verde más famoso de Santander. Un viejete con aires de cachondo me lleva al aparcamiento. Me dice que me monte: Coño, esto no es un K. Me vuelve a repetir que me monte, seguramente porque confundió mi cara de asombro con un “no me entero de ná”. Oye, viejete, que esto es un Nissan Micra. Es lo que hay. Para mí mejor.

Tras unos pequeños contratiempos con el panel de luces del coche (no tienen por qué apagarse todas las luces, enteráos de una vez), el viejete se despide descojonándose de la risa y mascullando algo como “Don’t forget to drive on the right side... emmm... on the left, jua jua jua”. Llegó el momento. Miro las marchas. Dios, van igual que en el resto del mundo que no es / ha sido colonia británica. Menos mal. Mirada fija. Ojos bien abiertos. Ventanas abiertas... ¡Y un huevo! ¡Qué hace mucho frío! ¿Pedales? Buff, católicamente en su sitio. Mano derecha al volante, mano izquierda a primera... y primer coche que se acerca por el único carril que hay de salida / entrada. Lo llevas claro macho, si crees que voy a moverme en otra dirección que no sea la salida. Un minuto después, mi coche ya está en la selva... y yo no paso de segunda. Empiezas a cogerle el tranquillo. Tu mente obsesionada: Siempre por la izquierda, siempre por la izquierda. Tu mano derecha de vacaciones, pues si en España no coge el volante, ¿¿por qué va a hacerlo aquí?? Menos mal que es línea recta. Llega la primera rotonda: Puff, mano derecha - ventanilla derecha - leche dolorosa y sonora. La mano va donde no debe. Eso se repetirá durante todo el viaje. Rotonda izquierda, baja a segunda, sal por la segunda salida y métete a la izquierda ¡¡¡Ar!!! Llega la autovía... dios, mi salvación. Perros, sólo tienen autovía para conectar Glasgow - Edimburgo, el resto son todo caminos de cabras. Muy bonito de ver, muy poco práctico para un demente obsesionado con irse al carril contrario. Otra rotonda enfrente mío: está claro, en España las marchas entran suaves, coges la palanca con las yemas de los dedos y sin forzar. Aquí DEBEN entrar. Coges la palanca de cambios apretando tu puño izquierdo, con rabia, y te dices a ti mismo: Vas a entrar aunque no quieras. ¡ZAS! Entró. De aquí al final, tan sólo estadísticas: dos horas de trayecto made guía campsa convertidas en tres, mano derecha dolorida al final del viaje, mano izquierda sudorosa al 95% y como detalle curioso: Señal de tráfico advirtiéndote de que hay gente mayor en los alrededores... ó geriátricos... en fin, yo nunca la vi en España. Por cierto, el destino era el Lago Ness.



¡Ojo anciano!


Hepeti ex machina


Dedicado a Portu, por sus introducciones tan especiales que nunca dejarán de sorprendernos. Esa barba te hace más sabio todavía, amigo mío.

Y tú más, coraçao.

No hay comentarios: