viernes, enero 11, 2008

Sobre góndolas y paredones (Toma I)

La fatídica historia comenzó el día que mi jefe me dijo: “Oiga, irlandés, se va a Italia”. Chachi jefe, Italia de puta madre. Dos meses. Chachi jefe, dos meses de puta madre. Hágame el favor, y déjese de gilipolleces, irlandés, coño, que le mando a trabajar, no de fiesta. Claro jefe, trabajo y trabajo, no se preocupe, la fiesta ni por asomo. Eso espero. Oiga jefe, sólo una cuestión menor. Qué le pasa ahora, irlandés. Usted sabe que en mi ridículum dice: nivel de inglés que te cagas, ¿verdad?. Sí, lo sé, qué coño tiene eso que ver. Y en ese mismo ridículum, ¿le suena haber leído algo sobre el italiano?. Pues no, pero aquí se hace lo que yo diga, y me importa un bledo si usted habla italiano o no, usted se va a Italia como que yo cago todas las mañanas. Diáfano jefe, y me alegro de su regularidad, quizá podría plantearse ser el sustituto de Coronado en el anuncio de los bífidus. Irlandés, quítese de mi vista antes de que le aplaste el cráneo, imbécil.

Ustedes pensarán que qué cojonudo, joder, dos meses en Italia por la patilla. Pues sí. Muy cojonudo. Pero quieran que no, estas son cosas que hay que plantear con tacto a las andaluzas que dejan la tierruca para irse a vivir contigo a la ciénaga y pozo del mal que son los Madriles. No vaya a ser que a ellas, a las andaluzas digo, no las parezca tan cojonudo lo de quedarse solas y desamparadas en ciénagas y pozos del mal. Y efectivamente, cojonudo, lo que es cojonudo, las parece lo justo.

Muy bien, irlandés, muy bien, ¿y a qué cojones he venido yo aquí?. Hombre, a trabajar y tal, ¿no?. Ni trabajar ni leches, imbécil, que no te enteras, joder. Es que, tú verás, ha sido culpa del jefe, yo soy un mandado. Sí, tú lo que eres es muy listo, que no es lo mismo, un listo cabrón, que te dejas mandar para lo que te interesa. Que no, nena, si además no son dos meses, en realidad es uno y uno. Cómo que uno y uno, a mí no me la intentes endiñar que nos conocemos, chavalito. Verás, me voy Octubre y Noviembre, así que pilla el puente de todos los santos en medio, y tú te vienes de visita y nos vemos en Venecia. Ah… a ver… sigue. Pues eso, y nos pasamos tres días de romanticismo y amorosidad desbordante en la ciudad del amor. Bueno… que sepas que me estoy dando cuenta de lo que intentas, cabrón… pero vale, venga, aunque eso no quita para que seas un gilipollas. Naturalmente. Y la ciudad del amor es París, mendrugo. Chachi, pues en la segunda ciudad del amor, entonces. Y deja de usar las palabras romanticismo y amorosidad, que cuando lo dices tú todo suena a cachondeo. Por dios, andaluza, cómo puedes decir eso de mí, nada más lejos de mi intención.

Así que ahí estaba yo el día 31 de Octubre preparando la maleta para coger el tren a Venecia a las 8 de la matina del jorno siguiente. Y en esas me encontraba, todo atareado guardando calzoncillos y condones, cuando mis cuatro amiguetes italianos interrumpieron mi tarea empaquetadora para anunciarme que era Halloween. Ya saben: “Irlandese, questa sera è Halloween”. Pues molto bene, amici, y domani San Fermín (ellos no saben lo que es San Fermín, así que no entendieron el chiste). Sin embargo, y como mucho me temía, el problema no residía en que esa noche fuera Halloween, el problema eran los 423 litros de birra que habían adquirido para celebrarlo con su amigo spagnolo. Y las respectivas entradas para no sé qué discoteca y no sé qué fiesta halloweeniana.

No jodáis, ragazzi, que yo domani tengo que prendere un treno a Venecia a las ocho. ¿A le otto?, ma che cazzo dici, nessun problema, ritorniamo prima de le otto (algo así como, cállate la puta boca que nadie te preguntó). Y la verdad sea dicha, tampoco es que yo necesite mucho ruego para irme de jarana, y menos cuando me las ponen como al señor Felipe secondo: toma entrada, toma birra, ingiere y a callar. Así que, qué vas a hacer tú, un pobre muchacho desvalido en la inmensidad de un país desconocido, pues ingerir y callar, qué remedio. Que allí donde fueres, haz lo que vieres.

Y efectivamente regresamos antes de las ocho. A las siete, para ser exactos. En circunstancias lamentables, y en un estado físico aún más deplorable que las circunstancias (incluyendo una ostia en bici debida a la falta de equilibrio provocada por la ingesta masiva de líquidos perniciosos para el hígado). Así que les explicas a tus esbirros italianos que te piras al letto, a dormir la mona un ratín antes de coger il treno. Ellos naturalmente se descojonan de la risa (discuyono dil riso) y te dicen que sí, que mañana te esperan a comer. Y tú, más para convencerte a ti mismo que para otra cosa, les dices que no, joder, que te levantas seguro, que eres súper duro, que a ti la fiesta no te afecta, y que eres inmune, coño, como todo buen spagnolo.

Continuará…

2 comentarios:

Portu dijo...

Espectaculares progresos los suyos con la lingua dil cuore.

Debo decir que tuve el privilegio de asistir en vivo y en directo a una de las negociaciones entre irlandés y andaluza y fueron tan o más cruentas como se relata en el texto. Pero yo estaba feliz con mi cubata de no-Brugal caro que lo flipas.

Encomiable también su intento por seguir el camino trazado por el putter en su estancia belga en lo que a domar bicicletas en estado altamente perjudicado se refiere.

Juan_isho dijo...

La lengua dil coure no es el francés. O eso es otra cosa de lenguas. Uno se pierde ya cuando está rodeado de tanto conocimiento :s.