Efectivamente, ya volví de mis anunciadas vacaciones post-examenes de Septiembre. Y me he propuesto realizar un repaso pormenorizado de lo que aconteció cada día de ellas. Eso sí, os advierto desde ya que lo más probable es que se trate de ladrillos infumables, pero qué le vamos a hacer: a mí me apetece escribirlo, es mi blog, no obligo a nadie a leerlo y si Katherine Neville ha triunfado escribiendo ladrillos infumables no veo por qué yo voy a ser menos. Hala.
MARTES 20 de Septiembre
TOTO, YA NO ESTAMOS EN KANSAS
Comienza la aventura. Tras coger el último bus con destino Bilbo en la noche del Lunes y dar un paseo por la nada concurrida capital vizcaína, nos plantamos en el aeroportua deseosos de que el reloj marque cuanto antes las 6.50 para poder largarnos, cosa que como ya supondréis no sucede. Por cierto, que conozco terminales en las que se puede dormir más cómodamente.
Nacionalismo cántabro en el corazón de Euskadi
Pasado el trámite de la facturación y el mal trago de descubrir que mi DNI está caducado llegamos a la pista y vemos ¡oh sorpresa! que nuestro avión es del tipo "Indiana Jones y el templo maldito" O sea, enano. De esos que entran 50 y eso si van bien apretaditos. Seguro que tenían a las gallinas escondidas por alguna parte. Ahora bien, ¡qué majas son las azafatas de Alitalia! ¡Y además te dan un piscolabis durante el viajecito!
Después de un raudo y veloz transbordo en Milano y un ratito más de vuelo, arrivamos a Belgrado y un nuevo mundo se abre ante nuestros ojos: taxistas piratas, que empiezan ofreciéndote una carrera al centro por 20 euros y lo acaban dejando en 1, coches antediluvianos que hacen al poseedor de un R5 capitán general, otro español llegado desde Madrid que ha ido hasta allá con la sana intención de animar en el Eurobasket ¡a Serbia!... Cosas veredes, amigo Sancho.
Tras informarnos como podemos de qué es lo más conveniente para nuestros intereses, cogemos un autobús estilo piltrafa en el que no paga ni el tato y donde al poco rato vamos como sardinas en lata. A mitad de camino, se incorpora un hombrecillo bajito y barbudo con ínfulas de revisor que empieza a exigir billetes y tras comprobar que no llevamos tal comienza a despotricar. En serbio, of course. Yo, ni puta idea de serbio, of course. Pero de números entiendo un rato, y cuando veo la cantidad 1400 escrita en su "multa" me da un síncope. Que sí, que eso en dinares equivale a 2800 míseras pesetas, pero en aquel momento no tenia lo del cambio muy estudiado. Y aunque poco, sigue siendo una putada. Es en ese instante cuando tenemos nuestro primer contacto con el carácter serbio. Y es que tres compis de viaje se ponen a defendernos y echarle una bronca de aupa al individuo cobrador del frac. Por si eso fuera poco, uno de ellos habla español, aprendido en Alicante no hace mucho, y tras apearnos se ofrece a conducirnos hasta nuestro albergue. Una vez cumplida su misión, y mientras le comunicamos nuestras intenciones de agradecerle los servicios prestados con una cena o lo que sea típico de allí, el tío huye despavorido mascullando que tiene que trabajar. No volvimos a saber nada de él. Vane, eres grande.
Bueno, pues ya estamos en nuestro albergue. Que resulta que no es tan nuestro, ya que los jerifaltes han decidido por su cuenta y riesgo alojar allí (en su única habitación) a unos gabachitos, por lo que a nosotros nos mandan a otro "de la misma cadena". Tendríais que ver al pavo encargado del lugar: con una buena borrachera de beberse chupitos sin parar a las 11 de la mañana y fumando como un carretero. Al poco, llega su colega, encargado del otro "hostal" y lo primero que hace es... llevarnos a comisaría, a que nos hagan una especie de permiso de residencia sin el que podrían multarnos tanto a nosotros como a él. Y encima diciendo que somos amiguetes suyos, nada de inquilinos. Dios mío, qué turbio es todo esto.
Por fin conocemos nuestro alojamiento, mucho más céntrico que el anterior. En un callejón, pero céntrico. Cuarto piso de un edificio desvencijado. Habitación para 6 personas. Con literas que no son tales, sino camas estilo años 20 acopladas mediante una ingeniosa ñapa de nuestro casero, al que ante la imposibilidad de conocer su nombre optamos por bautizarle como Gunther. Dotada de un alumbrado compuesto por dos bombillas, una roja y otra amarilla (¿premeditado para alojar a los españoles o es que se trataba de un puticlub clandestino?). Aderezada con un sofá más bien bajo y más bien incómodo. Y decorada con dos fotos de peña muy chunga y un poster de un grupo musical aún más chungo. Además, nuestro "hogar" cuenta con otra habitación, ésta para 4 personas, un baño bastante amplio pero algo retro, una cocina más pequeña que una foto de carnet, y un salón de entrada que hace las veces de habitación extra. Im - prezionante.
Dejamos nuestras mochilas por allí tiradas con más miedo que vergüenza y salimos dispuestos a conocer la ciudad y, ya que estamos, ir a ver un partido de octavos al pabellón viejo de la misma, la sala Pionir. Tras dar vueltas y más vueltas sin éxito, aparece un hombrecillo ataviado con una chupa de Ferrari más falsa que un billete de 13 iuros, que no habla ni papa de ningún idioma conocido pero que se mete entre pecho y espalda un paseo de más de media hora sin venir a cuento sólo para dejarnos a las puertas del Sportova y con las mismas desaparecer. Esta peña es increíble.
¿Y qué dices que me vas a hacer al llegar allí?
Es en los alrededores del citado pabellón donde tenemos un primer encontronazo con los reventas, una raza aparte. Tras ver que aún quedan dos horas para el comienzo del partido, que se trata de un poco sugerente Grecia-Israel, donde ostias muchas pero baloncesto el justo, y que estamos reventados después de tanto rato sin echar una cabezada, optamos por volver a nuestro cubículo a intentar reposar. Pero es en ese momento cuando "El domano" (aka Oscar) tiene la maravillosa idea de bajar a un bar cercano para ver por la tele el Serbia-Francia, rodeados de fervorosos hinchas patrios. Y eso, amiguitos, si sabéis cómo acabó la cosa, no tuvo precio.
Miguel sonríe maliciosamente ante la desgracia serbia
No quedó más que pegarse un festín en la habitación a base de embutido ibérico y ensaladas enlatadas, contactar con España para saber que Croacia sería nuestro rival el viernes en cuartos y a dormir, que ya iba siendo hora.
Por cierto, vaya faenita la victoria gabacha para nuestro amigo el demente llegado expresamente para animar a los anfitriones, ¿no creéis?
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