LUNES 26 y MARTES 27 de Septiembre
ADIÓS CON EL CORAZÓN, que con el alma no puedo
Sí, Gal, sí, aún hay más cosas en el tintero acerca de mi periplo eslavo. Porque sí, el Eurobasket acabó, pero nosotros no conseguimos un billete de vuelta inmediato, sino que aún teníamos un día por delante en la capital serbia y otro más de retorno a la patria surcando aires europeos.
Así que había cabos que atar antes de partir, y a ello nos pusimos. Lo primero, visitar la Iglesia Ortodoxa más grande del mundo. O de Europa. O quizá sólo fuera de Serbia. ¿O era de la ciudad? Bueno, grande era (¡Mierda! Tenía que haber estado más atento cuando me lo explicaron)
Dar un paseo al atardecer por la orilla del Sava y el Danubio. ¿Qué el ambiente era algo turbio? Pues sí. ¿Qué no había "paseo" propiamente dicho? Pues también. ¿Qué hacía ya fresca por ser la hora que era y por la proximidad de dicho caudal fluvial? De acuerdo. Pero coño, había que hacerlo.
Manolo nos habló de la posibilidad de cenar en uno de esos barcos atracados en el río, pero entre que no vimos nada abierto por nuestra zona y que el que nos recomendó él quedaba en Kentucky, optamos por la opción más lógica: ir a por unas pizzas donde siempre. ¿Os podéis creer que después de las horas y los dinares allí invertidos no me quedé con el nombre del garito? Y claro, había que sacarse una foto de recuerdo con nuestra coleguita pizzera. Nobleza obliga. En este momento nos ocurrió algo muy gracioso con una rubia que pasaba por allí, pero como aquí escrito no sería lo mismo, ya os lo contaré en persona. O no.
A la mañana siguiente, una última ducha en nuestro adorado baño. Si os fijáis en la esquina inferior derecha, podréis apreciar los hierros oxidados de los que ya os hablé en anteriores entregas.
Nunca está de más pasarse por comisaría para poner tus papeles en regla antes de marchar. Con todos ustedes, ¡Gunther! Deberíais haberle visto con su camiseta de "I'm not a tourist". Ganaba muchos enteros.
Tras un laaaaaaaargo viaje en bus hasta el aeropuerto, a esperar tocan. Tras ver a la entrada del mismo a mi "adorado" Dragan Tarlac, y ante la imposibilidad de encontrar un dedal que llevar a mi abuela (es que colecciona), optamos por la vía de tomar asiento y enfrascarnos en la lectura los unos y en los sudokus los otros.
Llegada a la Italia. Dos horas de espera por delante. Precios "a la europea occidental". O sea, elevados. ¿Solución para gozar de una buena cena? Tirar de ensaladas enlatadas (o cómo el cambio de dos simples letras puede variar enormemente una palabra) y embutido. Embutido viajero, que ha visto más mundo que yo. Pero embutido a fin de cuentas. Y a pesar de esa cara, a Oscar sí que le gustó el menú, sí.
No hay comentarios:
Publicar un comentario