martes, abril 22, 2008

...stays in Vegas.

Bueno, pues nos habíamos quedado en la ciudad del vicio. Sin city, la llaman allí. Por algo será. Y si hay algo fácil de hacer en tal lugar, además de ver a tías semidesnudas bailando en barras americanas, es jugar al poker. Bueno, al poker o a cualquier otro juego en el que la banca siempre gane. Pero el poker es lo que nos interesa. El texas hold’em, concretamente. Dos cartas en mano, cinco sobre la mesa, y hagan juego. Ya saben como va esto, un rollo parecido al mus, salvo que en vez de amarracos y el orgullo, te estás jugando los cuartos. Y eso de jugarse los cuartos da un no sé qué, que qué sé yo. Gran juego el poker.

Te explican que puedes meterte en una mesa, así a la buena de dios, o apuntarte en un campeonato. ¿Dónde se puede ganar más pasta?. En la mesa a la buena de dios, sir. Pues entonces al campeonato, que donde hay uno que gana mucho, es que hay muchos que pierden otro tanto. En el campeonato se paga una inscripción, de la que un tanto por ciento va a engordar la cuenta nada corriente del dueño del casino, y el resto para premios. Para los cinco primeros, en concreto. De cincuenta que empiezan. El objetivo, pensarán ustedes por tanto, es quedar entre el 1 y el 5. Pues no muchachos, porque seamos serios, esto es Las Vegas y tú has jugado al poker 3 veces, así que tus opciones de hacer algo digno, se mire por donde se mire, son más bien escasas. En realidad, el objetivo realista es conseguir mantenerse en el juego el suficiente rato para amortizar la pasta invertida a base de gintonics. Porque Las Vegas es uno de los pocos lugares donde aún se respetan las necesidades básicas del ser humano y donde se lucha cada día por la dignidad de las personas. La ciudad rezuma tolerancia, pureza y moralidad por todos sus poros. Vamos, que para el que juega los gintonics son gratis. Como dios manda, coño.

Así que te sientas, te dan tus fichas, y una tipa exuberante a la que toda su exuberancia se la va escapando por el escote se acerca a preguntarte si quieres algo de beber (nota: a partir de ahora y salvo que diga lo contrario, cualquier tipa que se dirija a mí o a la que yo me dirija tendrá sus generosas voluptuosidades a la altura del gaznate, implorando porque las dejen escapar de una prisión dos tallas pequeña y a punto de explotar). Miras a tu alrededor y todos andan muy serios bebiendo agua a sorbitos. Habré coincidido con el campeonato de poker de alcohólicos anónimos, piensas tú. Bueno, que les follen, “un gintonic, please”. Yes sir, right away. Tus compañeros abstemios te miran con sonrisa de medio lado. Ya tenemos al mameluco, deben andar pensando. Pues sí imbéciles, pero vosotros tampoco os vais a comer un colín, y luego vais a pagar trece dólares para ahogar vuestras penas con un gintonic como este, gilipollas. Yo prefiero empezar a ahogarlas desde el principio.

La camarera a las tetas pegada te trae tu gintonic y se larga con suculenta propina que esperas que te asegure el suministro durante la partida. Le das un sorbo. Rico, piensas. Reparten. En ese punto es cuando decides jugar según las dos únicas máximas que conoces del poker: “si tras media hora de juego no sabes quién es el pardillo, date por jodido, porque el pardillo eres tú”, y la no menos instruyente “caga más un buey que 100 palomas”. A la media hora ya han echado a un par de ellos, así que supones que esos serían los pardillos. En cuanto a las deposiciones, ni bueyes ni palomas: tu montón de fichas no ha hecho más que disminuir, lento pero seguro. El muy cabrón. El segundo gintonic por la mitad. Bueno, si aguanto una horilla más ya estará amortizada la inversión, y con un poco de suerte lo mismo hasta me largo con la camarera, que me han caído simpáticas.

Terminas el líquido elemento y los apretados pechos se acercan solícitos con un tercero. Más propina, que parece que funciona. Thank you, sir. No hay de qué hija, úselo para comprarse un sostén de su talla que tanta apretura no puede ser buena. Atiendes al juego. Acabas de ligar una escalera surrealista al as, con JQ en mano. Este es mi buey. Ahora les doy matarile. En la última jodida carta sale un posible color. Na, imposible, piensas tú. Pero, ¡ay campos de soledad mustios collados!, los caminos de los naipes son intrincados y el puto chino de los putos huevos saca el puto color del puto demonio. Sacas el bote de vaselina y te untas bien para minimizar el dolor. Cabrón con suerte malnacido. En la última puta carta, joder, joder, joder. Por qué no escucharía al irlandés mayor: “nunca les dejes llegar a la última carta, joven padawan”. Si ya me parecía a mí que el tipo tenía ojos de sospecha (bueno, quizá sólo es que era chino, es bastante difícil saber si un chino tiene ojos de sospecha o es que él es asín). Pues nada, qué vas a hacer, beberte lo que queda de gintonic de un trago y pedir otro. A ver si por lo menos las serviles pechugas te alegran la vista tras esta endiñada en toda regla.

El resto de la partida se reduce a un intento desesperado de recuperación que te lleva a sobrevivir a dos all in consecutivos y a que en el tercero te manden a tomar por culo. Saludas, coges tu gintonic y te piras a la piscina a dormirla. A ver si allí no hay ningún chino cabrón. Al final te has quedado a dos gintonics del objetivo.

El resto de la estancia Veguiense se resume a estar tirado como una colilla al sol en la piscina mientras diferentes pares de tetas te surten de cerveza helada, jugarte a la ruleta el dinero que otros te dieron en España, superar la tentación de volver a jugar al poker, ir al circo del sol, y salir de fiesta por diversos garitos de la ciudad. Esta última parte, la de la fiesta me refiero, seguramente requiriera de varios capítulos más, pero este es lugar demasiado público para ello, y puede haber lectores, o lectoras, que no encontrasen especialmente graciosas las andanzas irlandesianas por sin city. Y además, qué cojones, como ya he dicho, what happens in Vegas, stays in Vegas.

6 comentarios:

David dijo...

jejeje, escalera al as contra color... life sucks. Bueno, supongo que lo compensarias con otros temas... ya se sabe: ser desafortunado en el juego implica follar mucho y viceversa (me han dicho que solo unos pocos privilegiados pueden hacer ambas cosas de forma solvente)

Akroon dijo...

Gintonicss gratisssssssssssssssss!

Si se es mujer, se juega al poker en Las Vegas pero no se es camarera, ¿es necesario llevar el sujetador dos tallas más pequeño?

el_irlandés dijo...

Life sucks. Love sucks. Real love... swallows.

Portu dijo...

Eso te pasa por no acudir con el kit completo del jugador profesional y dejarte las gafas de sol en casa. Comprendo que no hubieras disfrutado igual del descollante servicio de bar, pero el chinorris no se hubiese percatado de tus ojos golosones en pos de la escalera.

¿Diste recuerdos a Rodman y a MJ de mi parte?

Juan_isho dijo...

El secreto es la cara de dominguero y la camisa hawaiana, hasta que no la lleves estarás perdido.

Cris dijo...

Soy Cris,te referiste a mi en el blog del Doctor y yo me referia al impostor que usò tu nombre,por eso disculpas aunque no se de que pues no habia dicho nada innapropiado(creo)aun asi lo siento no era a tí a quien me referia.
De todos modos y respondiendo a tu pregunta.....No,no tengo nada de virgen a estas alturas,aunque para eso mi boca no ha tenido nada que ver,gracias igualmente lo tomare como un piropo hacia mis labios de carmín.Un saludo.Cris