jueves, julio 13, 2006

Todo cambia, nada permanece

Hasta cortarse el pelo, oigan. La globalización era esto. Pero vamos a empezar desde el principio, que esto lleva un proceso, como el pollo al chilindrón.

Es tu tercer día de vacaciones, te aburres en casa y llevas unos días sopesando la opción de acudir a un profesional dispuesto a trasquilar tus greñas. Lo metes en tu coctelera cerebral, lo agitas y obtienes como resultado la decisión irrevocable de acudir a una peluquería cercana en pos del corte prometido.

Y no crean que lo de "cercana" es un eufemismo, qué va. Es en este punto cuando ustedes saltan alarmados exclamando "¡Pero hombre, si todos tenemos una peluquería de confianza en la que nos saludan alborozados al llegar y todo el mundo sabe nuestro nombre!", rollo Cheers y tal. Pues yo no. Yo soy un aventurero del cuero cabelludo. Y como tal, voy experimentando entre las diversas alternativas que me ofrece mi ciudad. Claro que hoy lo de la cercanía era un factor decisivo, ya que mis recientes escarceos baloncestísticos unidos a mi mala cabeza que cuando todo indica que uno debe estarse tranquilo en casita le dice que nada de eso, y mejor echarse unos paseos y unas carreras para tonificar y estar guapito pal verano, han derivado en una rodilla más hinchada que los morros de Esther Cañadas. Hinchazón que no por conocida resulta menos fastidiosa, así que supongo que ya entiendan el por qué de mis deseos de efectuar un desplazamiento lo más corto posible. Que sí, que ya sé que la cojera está de moda, y a mi también Gregory House me parece un tío de puta madre, pero qué quieren que les diga, uno ha cogido aprecio a sus facultades motrices y no le gustaría perderlas así a lo tonto.

Primer problema: vives en mitad de una cuesta. Santander tiene estas cosas. Las cuestas no son buenas para las cojeras. Pero da igual. Eres un tipo con mucho arrojo y emprendes la bajada de la misma. En tu empresa también aparecen inoportunas escaleras que tú abordas con enorme valor y curioso estilo. Nada importa. Eres un hombre con un objetivo y vas a cumplirlo. Llegas a la peluqería. Intentas no fijarte en el pibón rubio vestido de rojo que fuma compulsivamente en la puerta. ¿Esperándote a ti? No flipes, chavalito. Te deshaces de la música que te ha acompañado por el camino (recomendación del Tamborilero) y cuando estás a puntito de entrar te percatas de la tremenda cola de espera existente. Y sí, la rodilla jode, pero más jode esperar a lo tonto, así que reanudas la marcha dispuesto a ejecutar el Plan B: ir a la siguente peluquería que te encuentres. Por lo menos ahora es en llano.

Bien. Está vacía. ¡No, no lo digas! ¡Ni siquiera lo pienses! Has triunfado. Mierda. Lo has vuelto a hacer. La cagaste. ¿La cagué? No, qué va. Si la chica es muy maja. Y me indica por señas dónde sentarme para lavar mi cabolo. Por señas. Claro. Ah, OPBL, vieja amiga, ya empezaba a echarte de menos. La tía es rusa. Pero no rusa como Carmen Maura en Volver, no. Rusa, rusa. Como Popov y Radchenko. A ver cómo me entiendo yo ahora con ésta. Pues mal, cómo te vas a entender. Si ya te cuesta con las autóctonas, qué puedes esperar con las extranjeras.

Comienza el turno de preguntas. Que si cómo lo quieres de corto, que si con o sin maquinilla, que si de verdad de la buena lo quieres todo corto o te deja una cresta como al gallo Claudio (¡por Dios, que no soy futbolista!), que si cuando dices que lo de arriba lo quieres un poco más largo te refieres a no sé cuántos palmos de largo... ¡y yo que sé! Yo sólo quiero que me cortes el pelo cortito. Nada estrafalario. En serio. De verdad. Puedes creerme. Esto antes no pasaba. Tú ibas a la barbería de la mano de tu abuelo y el barbero ni te dirigía la palabra. Él ya sabía de antemano cómo lo querías. Y si no era así como lo querías te iba a dar igual, porque así te lo iba a cortar él. Eficacia y rapidez unidas en un mismo sujeto. Y más adelante no tenías ni que moverte de casa. Con comprar una maquinilla y pedir colaboración paterna bastaba para mantener tus pintas de recluta patoso que tanto gustarían al gran Clint. Ahora no. Ahora tienes que hacer un cursillo de traducción e interpretación para conseguir un mísero corte de pelo.

Ahora, que no vean el cinturón que se ha agenciado la amiga para acometer la faena. Me río yo del Bat-cinturón de utilidades del hombre murciélago. Y entre tijeretazo y tijeretazo llegamos al momento crítico de los comentarios acerca de la cabellera que la naturaleza tuvo a bien prestarte, y digo bien prestarte, no darte, porque cada día es más palpable su intención de ir recuperando lo que en principio era suyo, siendo el más recordado (por inteligible) el de "es que tienes el pelo rizado y así parece más corto". Pues si tú lo dices, será. Yo es que soy de Ciencias y de rizos no entiendo mucho, para qué te voy a engañar.

Claro, que para momento crítico aquél en el que te pregunta "¿qué te parece así?" y ante tu respuesta de "bien, bien" delatando conformidad y dejando caer un no me lo cortes más, anda, que ya vale, ella opina que mejor seguimos cortando (un mal endémico al gremio por lo que me dice mi experiencia), esta vez eso sí con unas tijeras innovadoras recién sacadas del bat-cinturón con pinta de servir para limpiar las escamas del pescado.

Tras sobrevivir como puedes a los ataques de dichas mortíferas armas contra la tapa de tu sesera, la amiga da la tarea por finalizada y el resultado final es de los que podríamos denominar como "ni tan mal". Sí, tus patillas siguen pareciendo un crimen contra la humanidad, pero mejor date por satisfecho no vaya a ser peor. Así que apoquinas tus 14 eurazos, prestas tremenda atención a la oferta que te proponen en tratamientos de belleza (¿no sé habrán dado cuenta que a mi no me hace falta nada de eso? Es imposible mejorar lo presente. Por lo de causa perdida, quiero decir, no por otra cosa), y te coges un carameluco para endulzar el cojitranco trayecto de vuelta, cuesta incluida, a casa.

Conclusión a sacar de la peripecia de hoy. Pues algo que ya decía el bueno de Pazos hace unos años: Qué preparados vienen los de fuera. Y déjense melenas, así se ahorran estos malos tragos.

3 comentarios:

el_irlandés dijo...

Grande grande señor portu. Veo que sigue con sus achaques. El deporte es malo. Las peluquerías más. Pues yo después de un año entero de dejar crecer mi larga cabellera al viento he decidido que voy a seguir su ejemplo. Eso sí, nada de peluquerías, ni rusas, ni tijeras de limpiar pescados. Amiguito, maquinilla y al dos. A tomar por saco.

Anónimo dijo...

Portu, una vez mas, insuperable. Aunque no se si te diste cuenta de que si la peluquería estaba vacía, pues sería por algo. Que bastante suerte tuviste, y... que coño, yo vengo de la pelu de mi madre, hoy, que casualidadddddd. Me trataron bien, me conocen de toda la vida. Me prestaron el Hola, pero me la suda bastante, prefiero que la pelu me cuente su vida, dándome oportunidad de soltarle yo la mía, porque su opinión vale pasta, ya que es ajena absolutamente a mi persona, y no tiene interés alguno en hacerme la pelota, como mis amigos. Y encima, me cortó dos cm, lo llevo muy largo, respetó mi flequillo inmaculado, y encima me cobró 16 euros, joderrrrrrrrr, creo que te saldrá a cuenta cogerte el trén y venirte aquí a cortarte el pelo. Y ahora, ya para que te dé algo, porque digo yo, que algunos estamos unidos por hilos invisibles...
Yo hago deporte todos los días, y tengo una rodillas que se hincha dudosamente porque dice el médico que se me sale el líquido senobial, pues bien, llevo toda la semana con la puta rodilla como una morcilla de burgos, joder, no seremos siameses??? Y veraneo en Suances....uffff, definitivamente, somos siameses. Ya te daré datos físicos para contrastar estas casualidades, porque igual tengo un hermano por ahí y no me he enterado, y cmo en Madrid tengo unos cuantos... pues igual.
Bueno, que me voy a meter a mirar hoteles, que este año nos jodieron el agosto con las masas, apenas hay sitio libre por ahí...
Bueno, le dejo,
bss
Maléfic-a

al_pachino dijo...

No todos los futbolistas llevan cortes de pelo a la moda que dicta Beckham, Guti, Fernando Torres o Jonathan Valle. Algunos no nos dejamos influenciar y seguiamos fieles a lo que más nos gusta en cada momento.

Te falta de mencionar a Faizulin. Estos días he estado trabajando codo con codo con él en el campus de fútbol y se puede decir que es un grande (de fiesta más, lo rusos no "saben" beber)

Saludos