Cómo me gusta la barbequiú

Dos semanas después y viendo que ninguno de los allí presentes se anima a ahorrarme trabajo, no me queda otra que asumir la responsabilidad (otros podrán llamarlo "pringar") de resumiros el Congreso de alta alcurnia y pedigrí que aconteció en la casa en las montañas cántabras (¡nada de astures!) de Carlsbart. Porque resulta que el amigo tiene una choza cerquita de Potes que solemos aprovechar para celebrar nuestra amistad, lo mucho que molamos y esas cosas. Vamos, que en un plis se organiza una barbacoa. Luego que se lleve a cabo ya es otra cosa, porque es la segunda a la que acudo en 7 años, pero organizar hemos organizado tal cual de ellas.

Esta vez el comité organizador se sobró y acabamos coincidiendo 31 entes de distintas procedencias y relaciones con el dueño de la casa, lo que constituye una nueva plusmarca aunque el Pozo del Mal en sus distintas versiones tiene casi más mérito, porque se reunían cerca de 30 personas en un espacio 40 veces menor. Los desocupados quedaron bien de mañana para darse tollinas en el Paintball, pero la gente seria como yo teníamos compromisos ineludibles (clase de alemán un sábado por la mañana, con un par) y nos reengachamos a distintas horas de la tarde. Fotomental toca.

Nada más llegar, aviso para navegantes: Hepeti ha subido su cámara de video e Iván sabe cómo usarla. Tiembla, Amenábar.

Se producen inesperados reencuentros con compañeros de la época escolar hoy día implicados en la Operación Puerto. Conste que el chaval tenía permiso para desmadrarse, que estamos fuera de temporada.

Rubo asumió una vez más la responsabilidad de coger los mandos de la parrilla, esta vez sin amagos de incendio que lamentar. Los pinchos morunos le quedaron ricos, ricos y con fundamento. O eso dicen los afortunados que pudieron hincarles el diente, porque lo que es yo, una hamburguesita, una salchichita, una tirita de panceta y a dormir.

Nunca está de más colocar una foto de dos tipos apuestos y atractivos.

Nuestro anfitrión sabe rodearse de buenas compañías. Para que luego digan las malas lenguas que a nuestras fiestas no van chicas. De vez en cuando a alguna se logra engañar.

Los de San Miguel están equivocados: el deporte de la euforia no es el baloncesto, sino el levantamiento de vidrio (plástico en nuestro poco pudiente caso). Por fortuna para la espalda de Rubo, el Torito de Carbayín se nos ha quedado en peso pluma. Vamos a empezar a llamarle el Ternerillo.

Con esos pasos de baile queda claro meridiano que el apodo de rey de la pachanga no es gratuito.

Ponga un sevillano en su vida y la guitarra vendrá de serie. Herr Manu, nuestro andalusisch freund, se marca unos temas en la cocina. Una vez más, es obligada la referencia a esos poetas líricos llamados Mamá Ladilla: "Y luego sacaron la guitarra / y tócate algo Manu...." (si queréis saber cómo acaba el cuarteto, hacéos con la canción, que no os lo voy a dar todo masticado).

Durante el concierto improvisado Iván & Hepeti se percatan de que han alcanzado la fase 2. Es el momento de exaltar su amistad.

Hora de dormir. Problemón: somos 31 sujetos y apurando apurando en las camas puede haber sitio para 20. Los elegidos han de buscarse las habichuelas para encontrar acomodo. Los hay que se tiran en el suelo, otros optan por compartir sofá (un rato al menos) y aquí el menda, que soy creativo y original, elijo la opción butaca + silla de madera con sudadera para hacer las veces de manta. Menos mal que surgieron un par de almas caritativas que me echaron un saco por encima.

Como diría Ein pasaron muchas más cosas, divertidas todas ellas, pero ahora como que es hora de ir despidiéndose, no sin antes sugerirle a Carlsbart que siga prodigándose en este tipo de festejos. Y ustedes muéranse de envidia, que no les invitamos.


PS - Ruego que alguien se encargue del desmenuce de Piratas del Caribe 3, porque yo no tengo fuerzas. ¡Qué horror, madre del amor!

En fin, hay que intentar quedarse con el lado bueno de las cosas: al menos yo salgo bastante guapetón.