miércoles, mayo 16, 2007

Sobre insultos y damnificados. O damnificadas.

Para qué esforzarse en poner las ideas en orden y parir algo digno, cuando otro lo hace por nosotros. Pues eso, que hijo de puta hay que decirlo más.

Insultando, que es gerundio (I)

Cada vez nos ponen más difícil insultar a la gente. Dirán algunos que no hace falta insultar a nadie, y que cuanto más difícil lo pongan, mejor. Pero dudo que tan edificante argumento sea del todo riguroso. Tal y como anda el mundo, verse insultado –cosa que, por otra parte, a muchos les importa un pimiento– es el único precio que muchos hijos de la gran puta y no pocos tontos del haba acaban pagando a cambio de la impunidad por los estragos que causan. Escueto peaje, a fin de cuentas. Además, para los que somos mediterráneos, o de donde seamos, y se nos calienta con facilidad la boca o la tecla –al arriba firmante más la tecla que la boca, pero cada cual es muy dueño–, ésa es una manera como otra cualquiera de situarse ante las cosas. Háganse cargo: el insulto como punto de vista o como desahogo final, a falta de otras posibles contundencias. Ultima ratio rerum, etcétera. Ante ciertos ejemplares de la especie humana, a muchos el insulto nos fluye solo, espontáneo, natural como la vida misma. Aunque, en lo que a mí se refiere, y en términos generales, lo cierto es que sólo insulto por escrito. En la vida real, fuera de este gruñón personaje semanal cuyo talante, vocabulario y patente de corso me veo obligado a sostener desde hace casi catorce años –faltaría más, amariconarse a estas alturas–, soy un fulano más bien cortés. Gano mucho con el trato, dice mi editora.

Pero les decía que cada vez se hace más cuesta arriba insultar, y es cierto. Lo socialmente correcto exige encaje de bolillos para manejar el buen, sonoro, rotundo, inapelable, higiénico insulto de toda la vida. Uno ve en la tele a cualquier político español, por ejemplo, sin distinción de careto o ideología; y cuando salta como un tigre sobre el ordenador, dispuesto a expresar con el epíteto oportuno los sentimientos que le inspira, se encuentra hojeando desesperadamente el diccionario de la RAE en busca de algo que no hiera sensibilidades ajenas o produzca, ay, daños colaterales. Cosa cada vez más difícil. Y claro. Eso quita frescura al insulto que nos rozaba los labios, o la tecla. Anula toda espontaneidad y hasta le disipa a uno las ganas de insultar. Y la ilusión.

Calificar a tal o cual individuo de retrasado mental, por ejemplo, ya se ha hecho imposible. Si escribo por ejemplo –quedándome corto– que el presidente Bush de los Estados Unidos de América del Norte es un tarado, lloverán cartas de asociaciones respetables argumentando, con razón, que uso despectivamente una palabra que incluye casos dolorosos y conmovedoras tragedias humanas. Lo mismo ocurre si utilizo subnormal, anormal o A. Normal, como en El jovencito Frankenstein. El problema para quienes necesitamos contar cosas o expresar puntos de vista por escrito, es que las palabras y cuanto implican están hechas exactamente para eso; para aplicarlas a la realidad o a la ficción, describiéndolas del modo más eficaz posible. Y se hace muy difícil expresar de otro modo la estupidez, la tontería o la imbecilidad de un individuo al que pretendemos definir como tal. Dirán algunos que bastaría entonces, calificarlo de tonto, de idiota o de imbécil. Pero es que esas palabras significan exactamente lo mismo. Soplagaitas, por ejemplo, ya me lo han hecho polvo. Un insulto tradicional, clásico. De toda la vida. Un eufemismo, convendrán conmigo, muy aceptable para aplicar a quienes consideramos cualificados en el arte, no siempre fácil, de soplar otros órganos o instrumentos especializados. Lo usé hace tres o cuatro semanas, no recuerdo para qué, y acabo de recibir una carta –se lo juro a ustedes por mis muertos más frescos– de un gaitero asturiano o gallego, de eso no estoy seguro, afeándome la cosa. Una falta de respeto, argumenta. Ofensa para todos los gaiteros y demás. Ya ven. Nada comparable, eso sí, con otra carta recibida hace un par de años, de la que di cuenta en esta misma página, cuando unos vidrieros artesanos me reprocharon el uso de la expresión sopladores de vidrio como variante en lo de soplar. Aún me queda en la reserva, es cierto, soplacirios; o lo que es más bonito y más rotundo,sopladores de cirio pascual; pero mucho me temo que, en cuanto use un par de veces tan bella perífrasis, alguna asociación de sacristanes sin fronteras o congregación pía pondrá el grito en el cielo. Siempre me quedará París, es cierto: recurrir, sin ambages, al rotundo y algo explícito soplapollas. Pero tampoco estoy muy seguro de que eso no extienda el círculo de damnificados. O damnificadas.

Arturo Pérez-Reverte

7 comentarios:

Anónimo dijo...

Habría que haberlo puesto enmarcado.

Un saludo

Portu dijo...

¿Cuánto tardará alguien en darse por aludido y empezará a usar su verbo florido acompañado eso sí de mogollón de tolerancia y es que usted sólo se descalifica, hombre cobarde que se esconde tras un gentilicio, para meter caña a nuestro fuckin' irish?

¡¡Hagan sus apuestas!!

Por cierto, totalmente de acuerdo con mi tocayo. Soplagaitas sí que era un insulto molón.

PS - Alba y Alvaro, dadnos un poco más de tiempo para comprender blogger al 99% y veréis que enmarcados más chulos nos curramos.

PS 2 - Pero bueno, mejor esperad sentados. Por si se alarga la cosa.

Domadora-de-frikis dijo...

Cierto, ni tan siquiera el apelativo de burro o asno se puede utilizar, la protectora de animales y los amigos del burro alzan sus protestas mas elevadas ante tal insulto, al burro claro, igual es que insultas a la inteligencia del burro.. se han preocupado de demostrar que es un lumbreras el burro :S?? que es casi tan listo como el humano o más incluso más que algunos, que superan a los simios???? que los rebuznos tienen tonos quizás?? :S :S :S
que se comunican con golpes de cabeza y las diferentes medidas de zancadas indican algun mensaje oculto que no sabemos descifrar :S :S :S???

Aunque si tengo que elegir, siempre elijo el mismo para canalizar mi ira contra el sujero a insultar.... kapullejo esférico.... y cuando me miran con cara de eing¿¿?¿ qué dices¿?¿??¿
le miro de reojo y le digo, sí , te mire por donde te mire sigues siendo un kapullejo.. y me quedo tan ancha, ea!!

Mar dijo...

Lo que se sufre siendo una buena chica... las ganas que tendría de llamar ¡gilipollas! a media humanidad, cabronazo, tontolaba... En fin, ¿dónde está el blog para desahogarse?... lo que me recuerda a Bernardo "yapegoyoporti.com" jajajaj
Saludos obscenos irlandés

al_pachino dijo...

Mequetrefe, payaso, botarate, tontaca, gilipipas...

Ya lo dicen los chanantes, hijo de puta hay que decirlo más...

http://www.youtube.com/watch?v=v2GAF8XAVHM

Joan dijo...

¡Sí! Hay que decirlo más. HIJOSDEPUTA.

MALEFICABOVARI dijo...

Joder, esto es ficticio la mitad por lo menos, no? Es que una es un poco ingenua y pacata y está alucinando con el contenido...
Pues yo creo que insultar es muy bueno... a mi me hierve la sangre cuando lo hago, alcanzo un nirvana poco comparable a NADA, y me quedo en la gloria. Eso sí, con arte, con vueltas, con personalidad. Tú lo bordas, ya lo sabes, lo de insultar así, no te temblarán las rodillas si tienes que ponerte a echar pestes... si es que lo se, coño, lo se.
Aparte, que está mulogrado, y que eso de los vidrieros, supongo será mentira, no? Yo que se, tío, ando muida estos días, ya me lo creo todo y nada.
ALPACHINO, tío, ya te queda nada pa volver a Spain, no?
Pues aprovecha, que aquí en Madrid no son tan tetonas ni están tan salidas por los machos ibéricos... exprime la existenciaaaaaaaaaaa¡¡¡ usease, exprímete, delgado, pero con dignidad, coño, ay si esos huesos hablarán de ti....jejejeje
Mevoy, bsssssssss