lunes, agosto 20, 2007

La buena accion del día (II)

Después de "Ayer dejé a una señora mayor mi sitio del autobús", los menosmola vuelven a prestar ayuda al ciudadano de a pie. En esta ocasión nuestra ayudada era una "compañera" de trabajo.

Nos ponemos en situación. Los elementos que intervendrán en nuestra historia son:
  • Tres coches con sus respectivas baterías.
  • Dos juegos de pinzas para arrancar coches a los que se les acabó la pila.
  • 5 personas más un extra repentino.
  • Un poco de lluvia.
Coloquemos. Todo comienza una hermosa mañana de lunes a la salida del trabajo. En el momento en el que nuestra compañera se dispone a arrancar su coche, y entonces, ¡Oh campos de soledad, mustíos collados! No arrancaba, y otra vez la batería, ¡caracoles, que mala fortuna la mía! Comienzan los nervios y la tensión, no hay forma de arreglarlo. Sabia decisión, usemos al gran hakuna como medio de locomoción para alcanzar su casa y ya por la tarde con las pinzas del gran maestro intentar arrancarlo.

Tras un medio día con cierta tensión, volvemos por la tarde a nuestro trabajo. Como primera misión, usar las pinzas del líder espiritual para arrancar el coche accidentado. Pero los menosmola se caracterizan por no hacer fáciles las cosas fáciles. En primer lugar hay que acercar los coches para que llegue el cable de las pinzas. Después de levantar el freno de mano, cosa que parece obvia, pero que con la tensión a veces se olvida, conseguimos juntar los coches.

Vamos a colocar las pinzas, ponemos los colores bien, pero salen más chispas de lo necesario y normal. Comienza a llover con cierta intensidad, decidimos posponer nuestra hazaña para un momento sin lluvia, somos un poco cagones y corriente + agua = mal rollito.

Una vez la climatología acompaña comenzamos la fase 2 de la misión. Abrimos los capós, volvemos a colocar las pinzas, todo está preparado. Portu arranca la máquina, le da candela al asunto, hace la señal del pulgar, y.... el coche no arranca ni tirando de la batería del C3. Nubarrones de desolación llenan nuestro cielo, no obstante aparece el extra número uno, con una educación y amabilidad no muy común por estas tierras. Sigue todo igual, no funciona nada, no arranca el coche, algún juramento se intuye pero la sangre no llega al río. Una solución quiero, así que tiramos de comodín de la llamada y viene el padre de la afectada. Los menosmola con nuestra exquisita educación y sublime amabilidad no dejamos sola a la afectada en ningún momento, siempre dando charla para que se distraiga y no eche esos demonios que se la acercan en forma de palabra malsonante.

Y con la llegada del padre de nuestra compi, comienza nuestra tercera fase. El miedo y la tensión se apoderan de uno de los miembros de los menosmola, pero el tío cómo las maneja, da gusto. Un superclase, no hay duda. Volvemos a colocar las pinzas, pero... ¡Maldición, una de las pinzas se ha roto! Se ha quedado con la pinza en una mano y el cable en la otra, no habiendo entre ambas ningún elemento conductor que las una. A base de pericia se consiguen volver a poner en su situación original y esta vez, y después de mover el coche con el freno de mano levantado, se intenta con el Ibiza. Nada por aquí y nada por allá, que diría un mago cualquiera. Seguimos en las mismas. Solución, convocar al quinto hombre, el tío de nuestra heroína particular. Tras unos instantes aparece para solucionarnos la vida.

Nuevas pinzas, mismos coches, mismas baterías, y cierta cara de escepticismo en los 4 Jinetes del Apocalipsis. Colocamos las pinzas en forma y manera correcta. Mirada de: "Joder, no somos tan tontos como para no poner bien unas putas pinzas", y ocurrió lo que le ocurre al menosmola medio en estas circunstancias: Arranca el coche. El comentario del tío fue: "Ni poner unas pinzas, es que sois unos inútiles". Risas por mi banda, carcajadas por la otra, pero el coche en funcionamiento. Parece que la labor de los menosmola termina aquí, y así fue. Tras una conversación breve nos dispusimos a volver al tajo y así lo hicimos previo paso por el toilete.

Parece que todo termina aquí, pero no, una vez arrancó el coche y se disponía nuestra amiga protagonista a llevarlo al taller, de nuevo se para. Comentarios del tipo, "joder, ya se te caló" y similares, pero se demostró que fue el coche el que se paró por si mismo, y no la falta de pericia de la conductora, que de pericia al volante va sobradisima. Aparece la extra número dos a socorrer y vuelven a poner en marcha el coche. En el módulo se respiraba cierta tensión por el desenlace final de la historia. Por fin apareció de nuevo, entera, de una pieza, ni un rasguño, nada que decir. Todo terminó razonablemente bien.

Conclusiones que se deben sacar:
  1. Cuidado con las pinzas de los coches, que no son irrompibles
  2. Siempre que haya un menosmola te echará una mano
  3. Somos más majos que los euros
  4. Electricidad + agua = pastelón
  5. No descarguen sus baterías.
Por último, recordad niños que si no están vuestros padres con vosotros no metáis los dedos en el enchufe.

6 comentarios:

Javis dijo...

Mira ke no saber poner unas pinzas y enzima romperlas...

Del uso del kondón ni pregunto!!!

el_varo dijo...

Que desperdicio de ingenieros...
:-)
Las pinzas en paralelo xD!

à la prochaine chavales!


Spider pig, spider pig...

Portu dijo...

Pues yo me percaté de otro comentario distinto a ése del tío de la ínclita. Lo malo es que no puede reproducirse aquí porque somos muy políticamente correctos y no hacemos símiles entre mujeres y coches.

Parece que los menosmola sección telemática se están especializando en la reparación de automóviles. Que tiemblen Pepe Gotera y Otilio que se les acaba el chollo.

Y encima, utilizamos guantes, que lo aprendimos en nuestro curso de Prevención de Riesgos Laborales en la Construcción. Los menosmola, por unas condiciones de trabajo salubres y dignas.

Juan_isho dijo...

Lo suyo hubiera sido unos guantes en condiciones y no los que usaba benji en benjamines, eso sí había dos pares.

al_pachino dijo...

Si Luis Valle levantara la cabeza o se la dejase de rascar...

Anónimo dijo...

Glorioso. Ahora sé a quién llamar cuando tenga un problema y me vea solo. Y también sé a quién no llamar si lo que en realidad quiero es que me solucionen el problema.